28 de diciembre de 2010
16 de diciembre de 2010
Y era jueves
Y era jueves, mientras aun en el cielo existía el eco de la pirotecnia, el clamor de las voces en la fiesta, mientras cien años eran un suspiro de la misma historia repetida. Era jueves y para siempre.
En el latido inexacto de las cosas, en el camino claroscuro del destino, en las manos que sostienen un mensaje de texto... respiraba aun la emoción del silencio primero y el crepitar de la madera oscura de un largo invierno.
En un segundo de pronto, justo antes de la media noche, la luz lleno el universo, las palabras explotaron como un manantial de fuego y un abrazo se fundió en medio de promesas y te quieros. La mirada le dio paso al beso. Era jueves, lo recuerdo.
Era el inicio de tanto tiempo, el ascenso de burbujas serpenteantes, la lluvia que moja de contento, el vuelo de nubes que dibujan un recuerdo, la mañana que despierta con música de viento. Era entonces y para siempre un lazo que se une de pequeñas cosas, de semillas que florecieron justo a tiempo, que se fortifica con cada segundo y con cada beso. Era el amor, estaba a tiempo, era entonces el fin de la espera, era el fin del silencio. Era el amor, eran las sonrisas, eran los buenos deseos, los abrazos, un te amo que se queda en los ojos, un te amo que rompe la distancia, un te amo que supera las fronteras del tiempo. Era jueves y para siempre.
En medio del caos que significa la vida, en la sinfonía imperfecta de la cual somos parte, surgen todas las cosas que significan los días, nacen las palabras que retumban en los labios, emana el fluir liquido de las manos y los sueños donde cada cosa se acomoda perfectamente en su tono y nota para completar finalmente el circulo que girara tantas veces agregando nuevas tramas y silencios mientras que alrededor todo parecía un desmadre, en realidad cada cosa cae por su propio peso y se ajusta en su sitio particular, resonando en el eco imperecedero de la vida. Eso era todo. Vivir. Amar, sobre todo amar.
Era jueves y para siempre.
En el latido inexacto de las cosas, en el camino claroscuro del destino, en las manos que sostienen un mensaje de texto... respiraba aun la emoción del silencio primero y el crepitar de la madera oscura de un largo invierno.
En un segundo de pronto, justo antes de la media noche, la luz lleno el universo, las palabras explotaron como un manantial de fuego y un abrazo se fundió en medio de promesas y te quieros. La mirada le dio paso al beso. Era jueves, lo recuerdo.
Era el inicio de tanto tiempo, el ascenso de burbujas serpenteantes, la lluvia que moja de contento, el vuelo de nubes que dibujan un recuerdo, la mañana que despierta con música de viento. Era entonces y para siempre un lazo que se une de pequeñas cosas, de semillas que florecieron justo a tiempo, que se fortifica con cada segundo y con cada beso. Era el amor, estaba a tiempo, era entonces el fin de la espera, era el fin del silencio. Era el amor, eran las sonrisas, eran los buenos deseos, los abrazos, un te amo que se queda en los ojos, un te amo que rompe la distancia, un te amo que supera las fronteras del tiempo. Era jueves y para siempre.
En medio del caos que significa la vida, en la sinfonía imperfecta de la cual somos parte, surgen todas las cosas que significan los días, nacen las palabras que retumban en los labios, emana el fluir liquido de las manos y los sueños donde cada cosa se acomoda perfectamente en su tono y nota para completar finalmente el circulo que girara tantas veces agregando nuevas tramas y silencios mientras que alrededor todo parecía un desmadre, en realidad cada cosa cae por su propio peso y se ajusta en su sitio particular, resonando en el eco imperecedero de la vida. Eso era todo. Vivir. Amar, sobre todo amar.
Era jueves y para siempre.
1 de diciembre de 2010
Felices 30
Cumplir 30 años me produce una sensación de extrañeza, una sensación de envejecimiento y mientras intento acomodarme a esta nueva década, recordé un podcast que escuche hace u par de años que viene como anillo al dedo para esta situación.
mUsiqUe auTomaTiquE: hUevocasT 55
Hecho por Coxbell
18 de noviembre de 2010
Entre Londres y Allende
Despertó lenta, acompasada al ritmo del trotar del amanecer, se incorporó y puso sus pies en el frío suelo, entonces se dio cuenta de que estaba extrañamente mareada, la sensación glacial de la mañana le acaricio su cabeza, toco lentamente esa extraña figura en la que se había convertido su cuero cabelludo. Extraño sus trenzas, su cabello negro, sus días de verano a pleno sol en el campo, las risas, los silencios, los pasos pequeños, las cosas que tantas veces tuvo miedo de gritar y que se guardo para siempre en los recuerdos. Ahora hace mucho de todo eso.
El mareo distaba mucho de quitarse con el dramamine, la sensación de entumecimiento le recorría los dedos, pensaba entonces y volvía a pensar de nuevo, pero los dedos seguían tiesos, firmes, rígidos, duros y derramó una lagrima. Pasó la mano por su cabeza, la sintió fría, la sintió vacía y recordó todos los años que llevo el cabello corto por comodidad, se dio cuenta de cómo pasa el tiempo, de cómo los niños ya han dejado los corredores de la casa y que las plantas inevitablemente se mueren, como se mueren todas las cosas, como tal vez ella ya este muriendo.
Se levantó de la cama y paso de largo por el espejo enorme que cuelga en la habitación, el olor a mañana había ya inundado la calle, no sabía que día era, eso ya no importaba ahora, camino a la cocina repleta de tantas hierbas, de tantos remedios, de tantos milagros y esperanzas, a duras penas logró servirse un vaso de agua y la bebió lentamente. Miró la mesa vacía, la alacena cubierta de medicamentos, el calendario que ahora solo llevaba la cuenta de las quimioterapias y se dio cuenta de que la próxima sería en su cumpleaños.
Extendió su mano en la mesa de madera, coloco su cabeza a un lado e intento escuchar los latidos de las cosas que no se pueden comprender pero que terminan por cambiar para siempre nuestras vidas pero no lo encontró, tenia miedo, pero ya era una sensación cotidiana, así que simplemente se dejo llevar por las emociones que lograban hacerla olvidar estos días de silencios, de sonrisas a medias, de sueños incompletos, de hospitales, de moños rosas, de lagrimas contenidas, de miedos infantiles y de soles indiferentes.
Poco a poco comprendió que el camino nunca ha sido como se esperaba, que despertar requiere no solo de instinto sino también de un poco de fuerza y otro tanto de ganas pero sobre todo de cosas que aun no has terminado de hacer. Así es la vida, no es perfecta pero es imposible no vivirla con todos los colores con que nos viste, es imposible no disfrutarla con todos los cielos con que nos cubre.
Dejó la cocina y abrió de par en par las puertas y las ventanas de la casa, lleno de luz ese extraño terruño azul donde había sembrado tantos sueños durante tantos años, donde el eco repetía tantas veces “mamá” y dibujaba flashbacks en cada recoveco pero donde sin duda todos los días había algo mas por hacer, algo mas por terminar. Se cubrió la cabeza con el sombrero que tanto le gustaba y comenzó a cantar, llenando los silencios, llenando los vacíos que esta enfermedad se había encargado de mostrar.
El mareo distaba mucho de quitarse con el dramamine, la sensación de entumecimiento le recorría los dedos, pensaba entonces y volvía a pensar de nuevo, pero los dedos seguían tiesos, firmes, rígidos, duros y derramó una lagrima. Pasó la mano por su cabeza, la sintió fría, la sintió vacía y recordó todos los años que llevo el cabello corto por comodidad, se dio cuenta de cómo pasa el tiempo, de cómo los niños ya han dejado los corredores de la casa y que las plantas inevitablemente se mueren, como se mueren todas las cosas, como tal vez ella ya este muriendo.
Se levantó de la cama y paso de largo por el espejo enorme que cuelga en la habitación, el olor a mañana había ya inundado la calle, no sabía que día era, eso ya no importaba ahora, camino a la cocina repleta de tantas hierbas, de tantos remedios, de tantos milagros y esperanzas, a duras penas logró servirse un vaso de agua y la bebió lentamente. Miró la mesa vacía, la alacena cubierta de medicamentos, el calendario que ahora solo llevaba la cuenta de las quimioterapias y se dio cuenta de que la próxima sería en su cumpleaños.
Extendió su mano en la mesa de madera, coloco su cabeza a un lado e intento escuchar los latidos de las cosas que no se pueden comprender pero que terminan por cambiar para siempre nuestras vidas pero no lo encontró, tenia miedo, pero ya era una sensación cotidiana, así que simplemente se dejo llevar por las emociones que lograban hacerla olvidar estos días de silencios, de sonrisas a medias, de sueños incompletos, de hospitales, de moños rosas, de lagrimas contenidas, de miedos infantiles y de soles indiferentes.
Poco a poco comprendió que el camino nunca ha sido como se esperaba, que despertar requiere no solo de instinto sino también de un poco de fuerza y otro tanto de ganas pero sobre todo de cosas que aun no has terminado de hacer. Así es la vida, no es perfecta pero es imposible no vivirla con todos los colores con que nos viste, es imposible no disfrutarla con todos los cielos con que nos cubre.
Dejó la cocina y abrió de par en par las puertas y las ventanas de la casa, lleno de luz ese extraño terruño azul donde había sembrado tantos sueños durante tantos años, donde el eco repetía tantas veces “mamá” y dibujaba flashbacks en cada recoveco pero donde sin duda todos los días había algo mas por hacer, algo mas por terminar. Se cubrió la cabeza con el sombrero que tanto le gustaba y comenzó a cantar, llenando los silencios, llenando los vacíos que esta enfermedad se había encargado de mostrar.
15 de noviembre de 2010
Todos lejos
Despierto, en el eco eterno del mar que se mece al viento. La luz entra por todas partes de este universo de telas plásticas que me cubren de la humedad pero no de la sal, envuelto en cobijas cálidas que me recuerdan el abrazo de mi madre antes de ir al colegio. No quiero despertar, no de nuevo para volver a darme cuenta de que estaba soñando. Me doy cuenta de que el sonido intermitente del mar no es un sueño, de que la sensación de la arena húmeda bajo mi cuerpo se torna suave y maleable, tal vez después de todo hoy no llueva como ayer.
Salgo al mar, al viento, al cielo, al suelo de arena, de rocas, de sal y bajo el resplandor solar me doy cuenta de que aun es posible que siga lloviendo, mientras tanto es imposible detener el habito del desayuno y la necesidad de defecar.
No quiero hacer nada, tal vez solo orinar, expulso lentamente el liquido amarillento que fluye sin cesar mojando un poco mis pies desnudos, sintiendo el calor que de mi cuerpo nace. Tardo en darme cuenta de que tengo frío, de recordar que lejos están todos, de que he decidido exiliarme para recuperar mi paz mental. Me sacudo un par de veces y me guardo en la calidez de mi ropa interior mi eyector de orín. No se que debo hacer ahora, sin horarios, sin televisión, sin estación de radio, sin teléfono móvil ni mucho menos la voz cansina de la calle que siempre repite lo mismo.
Pero de todas las cosas que el mundo pude ofrecerme nada se compara con el sabor que la sal de mar deja en tus labios, no se compara con la tranquilidad de estar y de ser sin ninguna etiqueta necesaria, de adjetivos que te suelen colgar en una gran ciudad. La soledad no es el frío que dejan el vacío, la soledad es saber estar con uno mismo y entender que hay cosas que no se pueden manejar, porque solo en la soledad es posible aceptar que hay cosas que no podemos cambiar.
Tal vez en el extremo lento de las palabras, no puedo definir las cosas que tal vez no quiero dejar de decir, pero es imposible detenerse a recordar todas esas cosas que emergen de la imaginación y que se pierden invariablemente. A veces no es fácil lidiar con los sueños imposibles, no es sencillo luchar con la imposibilidad de que se es a veces lo que los demás no suelen esperar, duele no alcanzar lo que uno mas suele desear pero sobre no es fácil aceptar que se puede vivir eternamente esperando algo que tal vez no existe, esperando algo que nunca va a llegar.
Y heme aquí otra vez, luchando contra el mundo, contra mi mismo, contra el pasado, contra las expectativas y contra todo aquello que definitivamente sé que me volverá a enredar y me hará caer. Pero de algo estoy seguro, sé que nunca dejare de ser, de hacer, de estar, porque creo firmemente en que el futuro llegará y debo estar preparado para lo que el universo del cielo haga llegar.
Salgo al mar, al viento, al cielo, al suelo de arena, de rocas, de sal y bajo el resplandor solar me doy cuenta de que aun es posible que siga lloviendo, mientras tanto es imposible detener el habito del desayuno y la necesidad de defecar.
No quiero hacer nada, tal vez solo orinar, expulso lentamente el liquido amarillento que fluye sin cesar mojando un poco mis pies desnudos, sintiendo el calor que de mi cuerpo nace. Tardo en darme cuenta de que tengo frío, de recordar que lejos están todos, de que he decidido exiliarme para recuperar mi paz mental. Me sacudo un par de veces y me guardo en la calidez de mi ropa interior mi eyector de orín. No se que debo hacer ahora, sin horarios, sin televisión, sin estación de radio, sin teléfono móvil ni mucho menos la voz cansina de la calle que siempre repite lo mismo.
Pero de todas las cosas que el mundo pude ofrecerme nada se compara con el sabor que la sal de mar deja en tus labios, no se compara con la tranquilidad de estar y de ser sin ninguna etiqueta necesaria, de adjetivos que te suelen colgar en una gran ciudad. La soledad no es el frío que dejan el vacío, la soledad es saber estar con uno mismo y entender que hay cosas que no se pueden manejar, porque solo en la soledad es posible aceptar que hay cosas que no podemos cambiar.
Tal vez en el extremo lento de las palabras, no puedo definir las cosas que tal vez no quiero dejar de decir, pero es imposible detenerse a recordar todas esas cosas que emergen de la imaginación y que se pierden invariablemente. A veces no es fácil lidiar con los sueños imposibles, no es sencillo luchar con la imposibilidad de que se es a veces lo que los demás no suelen esperar, duele no alcanzar lo que uno mas suele desear pero sobre no es fácil aceptar que se puede vivir eternamente esperando algo que tal vez no existe, esperando algo que nunca va a llegar.
Y heme aquí otra vez, luchando contra el mundo, contra mi mismo, contra el pasado, contra las expectativas y contra todo aquello que definitivamente sé que me volverá a enredar y me hará caer. Pero de algo estoy seguro, sé que nunca dejare de ser, de hacer, de estar, porque creo firmemente en que el futuro llegará y debo estar preparado para lo que el universo del cielo haga llegar.
17 de septiembre de 2010
Jamas
.............P
..........u
.......e
.....d
........o
......c
........a
......e
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.....g
....i
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.........s
.......p
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................n
..................d
...................e
.................r
..............m
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..................................................................pero jamas podre alejarme de ti.
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..................................................................pero jamas podre alejarme de ti.
El todo no es el tiempo...
sino las pequeñas cosas que se construyen a cada segundo
esos instantes que vivimos a cada momento.
esos instantes que vivimos a cada momento.
13 de septiembre de 2010
Ausencia
Hoy la tarde se viste gris
mientras se congestionan las vías respiratorias
palpitan humeantes las voces
que amanecen al filo de la tormenta.
Se moja el papel de saliva
diluyéndose los sueños ausentes
la humedad de a poco castiga
mientras los gallos a media tarde amanecen.
No llueve mas que en mis ojos
en la ausencia increíble de tu nombre
en la tarde que se viste de gris
donde amanecen las cosas sin reconocerte.
mientras se congestionan las vías respiratorias
palpitan humeantes las voces
que amanecen al filo de la tormenta.
Se moja el papel de saliva
diluyéndose los sueños ausentes
la humedad de a poco castiga
mientras los gallos a media tarde amanecen.
No llueve mas que en mis ojos
en la ausencia increíble de tu nombre
en la tarde que se viste de gris
donde amanecen las cosas sin reconocerte.
Pudimos ser
Pudimos ser primavera
llenarnos para siempre de luz
sin llovernos jamás
sin ataduras ni recuerdos.
Pudimos serlo
pero dejamos en el viento
las miradas,
las palabras,
los anhelos.
llenarnos para siempre de luz
sin llovernos jamás
sin ataduras ni recuerdos.
Pudimos serlo
pero dejamos en el viento
las miradas,
las palabras,
los anhelos.
12 de julio de 2010
En el fondo del valle
En el fondo del valle, justo donde comienza a elevarse la sierra, se encontraba el OVNI, flotando, lentamente, alejándose del valle.
Se encontraba distraído mirando hacia ninguna parte, cuando un resplandor lo deslumbro, miro por la ventanilla del microbús y lo vio claramente, ahí estaba, finalmente tenia la prueba de que los OVNIS existían, pero cuando miro a los que se encontraban a su lado, nadie parecía darse cuenta de que había un platillo volador frente a sus ojos, entonces quiso hablar pero no lo pudo hacer. Dentro de su mente tenía un par de dudas, la primera era que tal vez lo que estaba viendo era producto de su imaginación y si así era, al decírselo a los demás ellos no podrían verlo, entonces quedaría como demente ante los viajeros del microbús; la otra era que tal vez si lo dijera causaría una crisis de nervios o un escándalo en el autobús que distrajera al chofer y causara un accidente.
Aunque no pudo articular palabra, decidió finalmente guardarse el secreto y esperar a que alguien mas pudiera verlo, aun quedaba mucho tramo en la carretera como para verlo otros 10 minutos, lo observo mientras el resto de los pasajeros eran ajenos a esa aparición por demás extraña y sugerente de miles de cosas.
Recordó entonces la primera vez que vio uno, estaba en el parque esperando a sus compañeros de la escuela para hacer una tarea, entonces miro hacia arriba, ahí estaba, un platillo volador, plateado, con ventanas amarillas en la parte superior. Y si, el sabia que lo de las ventanas amarillas era lo mas falso que podía tener un objeto volador no identificado, pero aunque fuese la broma de alguien, no tenia sentido, era un platillo demasiado grande, si así fuera, entonces debería ser Dios el que juega con los humanos, pero dudo que tenga tiempo para eso.
Antes de salir de entrar en los cerros que separan el valle de la costa, el OVNI se hacia cada vez mas pequeño hasta que finalmente se perdió detrás de los cerros que rodean el valle.
Esta vez no había ventanas amarillas sobre el platillo volador, ni tampoco testigos que reafirmaran su historia de que los extraterrestres existen, observo a sus acompañantes, pensando en que podía tenerlos tan abstraídos como para no haberse dado cuenta de lo que flotaba a su alrededor. Se dio cuenta de que había olvidado por completo la razón de su viaje, entonces pensó que tal vez el camino era lo que mas importaba, que finalmente el sitio de destino puede ser uno y miles al mismo tiempo, pero lo que vives mientras viajas en busca del futuro es lo que mas importa, aun si es parte de tu imaginación, o quizás en verdad hay hombrecillos verdes piloteando esas naves o tal vez es Dios el que cuelga platos en el cielo para divertirse con los humanos, pero sin importar la causa, lo esencial es lo que se vive en el trayecto no alcanzar finalmente al destino.
Se encontraba distraído mirando hacia ninguna parte, cuando un resplandor lo deslumbro, miro por la ventanilla del microbús y lo vio claramente, ahí estaba, finalmente tenia la prueba de que los OVNIS existían, pero cuando miro a los que se encontraban a su lado, nadie parecía darse cuenta de que había un platillo volador frente a sus ojos, entonces quiso hablar pero no lo pudo hacer. Dentro de su mente tenía un par de dudas, la primera era que tal vez lo que estaba viendo era producto de su imaginación y si así era, al decírselo a los demás ellos no podrían verlo, entonces quedaría como demente ante los viajeros del microbús; la otra era que tal vez si lo dijera causaría una crisis de nervios o un escándalo en el autobús que distrajera al chofer y causara un accidente.
Aunque no pudo articular palabra, decidió finalmente guardarse el secreto y esperar a que alguien mas pudiera verlo, aun quedaba mucho tramo en la carretera como para verlo otros 10 minutos, lo observo mientras el resto de los pasajeros eran ajenos a esa aparición por demás extraña y sugerente de miles de cosas.
Recordó entonces la primera vez que vio uno, estaba en el parque esperando a sus compañeros de la escuela para hacer una tarea, entonces miro hacia arriba, ahí estaba, un platillo volador, plateado, con ventanas amarillas en la parte superior. Y si, el sabia que lo de las ventanas amarillas era lo mas falso que podía tener un objeto volador no identificado, pero aunque fuese la broma de alguien, no tenia sentido, era un platillo demasiado grande, si así fuera, entonces debería ser Dios el que juega con los humanos, pero dudo que tenga tiempo para eso.
Antes de salir de entrar en los cerros que separan el valle de la costa, el OVNI se hacia cada vez mas pequeño hasta que finalmente se perdió detrás de los cerros que rodean el valle.
Esta vez no había ventanas amarillas sobre el platillo volador, ni tampoco testigos que reafirmaran su historia de que los extraterrestres existen, observo a sus acompañantes, pensando en que podía tenerlos tan abstraídos como para no haberse dado cuenta de lo que flotaba a su alrededor. Se dio cuenta de que había olvidado por completo la razón de su viaje, entonces pensó que tal vez el camino era lo que mas importaba, que finalmente el sitio de destino puede ser uno y miles al mismo tiempo, pero lo que vives mientras viajas en busca del futuro es lo que mas importa, aun si es parte de tu imaginación, o quizás en verdad hay hombrecillos verdes piloteando esas naves o tal vez es Dios el que cuelga platos en el cielo para divertirse con los humanos, pero sin importar la causa, lo esencial es lo que se vive en el trayecto no alcanzar finalmente al destino.
29 de junio de 2010
Encuentro Inesperado
Las moscas vuelan sobre la mierda, su aleteo incesante es perceptible a unos pasos de distancia. El polvo se comienza a levantar, con ello el olor nauseabundo del alimento de las moscas. En la sombra que de la tarde se puede tener, es posible que cualquiera pase sin percatarse de semejante desecho estacionado a media calle, pero lo que es peor, con ese color puede hacerla de camaleón y tener la suerte de que cualquier idiota distraído llene la suela de sus zapatos con su esencia. No se que tanto veo, incluso el tufo a veces resulta repugnante, pero no me atrevo a saltarle el paso, es de esas cosas que cuando el ocio de lo permite puedes incluso volver en tus pasos e ir por la calle paralela, pero hoy el calor es tan insoportable, pero el material fecal es imposible de no prestarle atención, sobre todo con tanta fauna volando encima y posándose en ella. Y sin embargo con los rayos de sol que en ocasiones le bañan es posible palpar ciertos reflejos luminosos como si su composición liquida aun permaneciera y desprendiera destellos que podrían cegar a cualquiera que tenga la vista sensible, mas no es mi caso. Es absurdo seguir debrayando con algo tan intrascendental pero al mismo tiempo tan cotidiano, algo tan poco común de encontrar a media calle, sin embargo todo el mundo tiene su dotación diaria que por supuesto no dejan sus restos a vista de todos, sino que bajan la palanca que hace girar el agua por el efecto Coriolis a través del inodoro para perderse con otras mas hasta llegar a la planta de tratamiento de agua donde se encargaran de separar la materia sólida de la liquida para finalmente purificar el agua con la cual riegan los jardines de la zona hotelera. Una vez que supere la sorpresa de este encuentro inesperado supongo podré pasar a un lado y no volver la vista atrás aun cuando el olor me inunde algunos metros mas adelante, porque por el olor pareciera que lo que hay es el triple de lo que esta ahí abandonado a la suerte de las moscas. Entiendo que puede ser la cosa mas superficial, pero si el mundo se encontrara en mi lugar seguro que no dejarían de reflexionar sobre el hecho por lo menos un par de minutos, pero yo no soy todo el mundo, así que aquí sigo frente a la mierda que se encuentra depositada a media calle sin en realidad saber la razón de mi permanencia, ni el origen de su existencia, aunque eso al final de cuentas no es algo que me preocupe.
27 de junio de 2010
El universo se esta muriendo
Las imágenes satelitales comenzaron a descargarse en la computadora, analizo el resultado de las radiofrecuencias, todo parecía normal. Hacia una noche excelente en Tonantzintla, la quietud que había en el observatorio casi permitía escuchar el chirriar de las computadoras.
Mientas decidía la frase adecuada para terminar su articulo sobre nebulosas planetarias, sintió un ligero temblor de tierra, seguido por el sonido de los objetos afectados por el movimiento. Si no fuera porque escucho el sonido, hubiera pensado que había sido un mareo, en seguida ingreso en la pagina oficial del sistema sismológico nacional, pero aun no había ninguna actualización. Suspiro lentamente y puso atención al sonido de la noche.
Salió a respirar el aire fresco de la noche, encendió un cigarro, entonces observó el cielo como hacia años que no lo veía. Pensó en la casa donde vivió cuando era niño junto al río Balsas, recordó como solía lanzar maderos donde incrustaba su nombre, con la esperanza de algún día encontrarlos en alguna playa, pero eso nunca sucedió. Un ligero piquete en la pierna lo hizo regresar de sus recuerdos.
Ahí en medio de sus pensamientos, en el frío silencio de la noche, encontró la frase con la cual terminar su articulo. De camino a su oficina, el olor a café de Veracruz lo lleno de golpe, apago la cafetera, se sirvió el liquido caliente en una taza y dio un pequeño sorbo.
Una vez sentado frente a la computadora, las imágenes satelitales ya se habían descargado, las observo detenidamente pero sus ojos ya estaban cansados, reviso de nuevo alguna señal diferente en las radiofrecuencias, pero todo era lo mismo. El sueño poco a poco comenzó a vencerlo y un ardor en la lengua se instalo de repente.
Se levanto a buscar un poco de agua, comenzó a toser, no podía respirar bien, como pudo salió al aire fresco, donde una ráfaga de aire frío le regresó el alma al cuerpo, se tendió en el suelo y miro al cielo, mientras su corazón se relajaba. Observo el cinturón de Orión y entonces una explosión estelar sucedió en el universo mientras en Tonantzintla un segundo sismo sacudió el suelo, la taza de café caliente cayo encima de la computadora y un corto circuito rápidamente se extendió en el observatorio causando un incendio.
El fuego fue observado por los lugareños y acudieron en ayuda, al llegar encontraron al astrónomo con los ojos fijos en el cielo, repitiendo una y otra vez: “el universo se esta muriendo”.
Mientas decidía la frase adecuada para terminar su articulo sobre nebulosas planetarias, sintió un ligero temblor de tierra, seguido por el sonido de los objetos afectados por el movimiento. Si no fuera porque escucho el sonido, hubiera pensado que había sido un mareo, en seguida ingreso en la pagina oficial del sistema sismológico nacional, pero aun no había ninguna actualización. Suspiro lentamente y puso atención al sonido de la noche.
Salió a respirar el aire fresco de la noche, encendió un cigarro, entonces observó el cielo como hacia años que no lo veía. Pensó en la casa donde vivió cuando era niño junto al río Balsas, recordó como solía lanzar maderos donde incrustaba su nombre, con la esperanza de algún día encontrarlos en alguna playa, pero eso nunca sucedió. Un ligero piquete en la pierna lo hizo regresar de sus recuerdos.
Ahí en medio de sus pensamientos, en el frío silencio de la noche, encontró la frase con la cual terminar su articulo. De camino a su oficina, el olor a café de Veracruz lo lleno de golpe, apago la cafetera, se sirvió el liquido caliente en una taza y dio un pequeño sorbo.
Una vez sentado frente a la computadora, las imágenes satelitales ya se habían descargado, las observo detenidamente pero sus ojos ya estaban cansados, reviso de nuevo alguna señal diferente en las radiofrecuencias, pero todo era lo mismo. El sueño poco a poco comenzó a vencerlo y un ardor en la lengua se instalo de repente.
Se levanto a buscar un poco de agua, comenzó a toser, no podía respirar bien, como pudo salió al aire fresco, donde una ráfaga de aire frío le regresó el alma al cuerpo, se tendió en el suelo y miro al cielo, mientras su corazón se relajaba. Observo el cinturón de Orión y entonces una explosión estelar sucedió en el universo mientras en Tonantzintla un segundo sismo sacudió el suelo, la taza de café caliente cayo encima de la computadora y un corto circuito rápidamente se extendió en el observatorio causando un incendio.
El fuego fue observado por los lugareños y acudieron en ayuda, al llegar encontraron al astrónomo con los ojos fijos en el cielo, repitiendo una y otra vez: “el universo se esta muriendo”.
24 de junio de 2010
El aleph
La humedad en el aire hacia el calor insoportable, la piel se volvía acuosa, se escurría lentamente, gota a gota, hasta llegar a la deshidratación.
Se abrió camino por en medio de la selva en la que se había convertido el antiguo corredor que alguna vez vio el mar en cada amanecer, pero ahora el único rastro de mar es la húmeda brisa del mar que hacia que la siesta vespertina se volviera extrañamente húmeda y resbalosa. Nada ni nadie se resistía ante el sopor de las dos de la tarde, todo ser viviente se ocultaba debajo del aire sintético de los recién inventados ventiladores eléctricos.
El polvo cubría lentamente el pueblo que alguna vez tuvo una cementerio a la orilla del mar, el camino indeleble del paso del tiempo era visible hasta en sus habitantes, cada vez mas viejos pero al mismo tiempo cada vez mas inmersos en esa aureola de eternidad absurda de la vejez.
Se detuvo frente a la antigua entrada de la casa, incluso pudo observar los últimos rastros de arena que se quedaron estancados cuando el gobierno decidió dragar la costa y construir un paraíso turístico lejos de los territorios ejidales que tantas veces evitaron la creación de un puerto en su comunidad.
Entonces en la esquina de su ojo derecho lo encontró, ahí estaba palpitante justo sobre la raíz de la Ceiba, dirigió su mirada y desapareció. Y sin embargo finalmente sabía que la locura de su abuela no era un invento borgiano, ni aun cuando todo lo que le rodeaba le recordaba tanto a Macondo.
Decidió entonces levantar de nuevo la antigua casa. En vano durante los meses de la reconstrucción lo busco por todas partes, en cada esquina, en cada habitación, en cada grano de arena que se encontraba fuera de lugar, simplemente parecía ser solo un sueño, pero estaba seguro de algo, que lo que tanto buscaba era real, que esta vez su búsqueda aunque fuera eterna tendría frutos porque tenia completa seguridad de que todo lo perdido era causa de esa pequeña parte que reúne a todo el infinito y que solo encontrándolo de nuevo al entrar en el descubriría el inicio que viene después del armagedón al cual había sido condenado a vivir.
Años mas tarde cuando su piel se volvió cetrina, cuando sus ojos se cansaron de buscar algo que nunca había perdido, recordó el mar, recordó a su abuela friendo los pescados que solitos caían en las cestas que recogía cada mañana en la época en la que ser niño era solo eso y nada mas difícil de hacer.
Una noche después del carnaval, entro borracho, con olor a burdel, con el cabello blanco, con la mitad de la dentadura, con la piel hecha uva pasa, cerro con llave la puerta, entonces se dio cuenta de esa extraña luminosidad que había en la estancia, miro lentamente y lo encontró de nuevo, esta vez el Aleph no se movió, permaneció quieto, acercó su mano y sintió el calor de todo el tiempo presente en un mismo espacio.
Entonces tomo las gafas y miro dentro de el, pudo ver todos los puntos del universo, consiguió recorrer en un segundo el big bang de su propia existencia, su soledad auto infligida, se descubrió a si mismo encerrado en una burbuja de miedos estúpidos y entonces entendió porque su abuela había perdido la razón, rápidamente pudo entender los garabatos que un gitano llamado Melquíades escribió y que alguna vez alguien le dio a leer en la plantación de bananos. Cuando su mente estuvo a punto de estallar logró finalmente vislumbrar el fin de todos los tiempos pero al mismo tiempo encontró la oportunidad de volver a comenzar de nuevo y dejo que el Aleph lo arrastrara adentro de el. La luz se volvió mas intensa, un temblor de tierra invisible comenzó a destruir todo lo que se encontraba alrededor y el olor del mar se desato, mientras una explosión de luz carcomía el espacio y el tiempo. Se detuvo entonces y con la fuerza de un agujero negro absorbió toda la realidad que le rodeaba e incluso a el mismo, en un solo segundo todo desapareció y se convirtió en nada.
Abrió los ojos con olor a sal en labios, su abuela lo llamaba por su nombre, mientras el sonido del pescado frito en la sartén lo hacían darse cuenta de donde estaba. Finalmente lo entendió así que decidió que desde ahora y para siempre, no habría mas búsquedas eternas, no habría mas cuestionamientos, ni mas miedos, ni mas dudas, porque el universo le había regalado un Aleph donde había encontrado la forma de darse una segunda oportunidad.
Se abrió camino por en medio de la selva en la que se había convertido el antiguo corredor que alguna vez vio el mar en cada amanecer, pero ahora el único rastro de mar es la húmeda brisa del mar que hacia que la siesta vespertina se volviera extrañamente húmeda y resbalosa. Nada ni nadie se resistía ante el sopor de las dos de la tarde, todo ser viviente se ocultaba debajo del aire sintético de los recién inventados ventiladores eléctricos.
El polvo cubría lentamente el pueblo que alguna vez tuvo una cementerio a la orilla del mar, el camino indeleble del paso del tiempo era visible hasta en sus habitantes, cada vez mas viejos pero al mismo tiempo cada vez mas inmersos en esa aureola de eternidad absurda de la vejez.
Se detuvo frente a la antigua entrada de la casa, incluso pudo observar los últimos rastros de arena que se quedaron estancados cuando el gobierno decidió dragar la costa y construir un paraíso turístico lejos de los territorios ejidales que tantas veces evitaron la creación de un puerto en su comunidad.
Entonces en la esquina de su ojo derecho lo encontró, ahí estaba palpitante justo sobre la raíz de la Ceiba, dirigió su mirada y desapareció. Y sin embargo finalmente sabía que la locura de su abuela no era un invento borgiano, ni aun cuando todo lo que le rodeaba le recordaba tanto a Macondo.
Decidió entonces levantar de nuevo la antigua casa. En vano durante los meses de la reconstrucción lo busco por todas partes, en cada esquina, en cada habitación, en cada grano de arena que se encontraba fuera de lugar, simplemente parecía ser solo un sueño, pero estaba seguro de algo, que lo que tanto buscaba era real, que esta vez su búsqueda aunque fuera eterna tendría frutos porque tenia completa seguridad de que todo lo perdido era causa de esa pequeña parte que reúne a todo el infinito y que solo encontrándolo de nuevo al entrar en el descubriría el inicio que viene después del armagedón al cual había sido condenado a vivir.
Años mas tarde cuando su piel se volvió cetrina, cuando sus ojos se cansaron de buscar algo que nunca había perdido, recordó el mar, recordó a su abuela friendo los pescados que solitos caían en las cestas que recogía cada mañana en la época en la que ser niño era solo eso y nada mas difícil de hacer.
Una noche después del carnaval, entro borracho, con olor a burdel, con el cabello blanco, con la mitad de la dentadura, con la piel hecha uva pasa, cerro con llave la puerta, entonces se dio cuenta de esa extraña luminosidad que había en la estancia, miro lentamente y lo encontró de nuevo, esta vez el Aleph no se movió, permaneció quieto, acercó su mano y sintió el calor de todo el tiempo presente en un mismo espacio.
Entonces tomo las gafas y miro dentro de el, pudo ver todos los puntos del universo, consiguió recorrer en un segundo el big bang de su propia existencia, su soledad auto infligida, se descubrió a si mismo encerrado en una burbuja de miedos estúpidos y entonces entendió porque su abuela había perdido la razón, rápidamente pudo entender los garabatos que un gitano llamado Melquíades escribió y que alguna vez alguien le dio a leer en la plantación de bananos. Cuando su mente estuvo a punto de estallar logró finalmente vislumbrar el fin de todos los tiempos pero al mismo tiempo encontró la oportunidad de volver a comenzar de nuevo y dejo que el Aleph lo arrastrara adentro de el. La luz se volvió mas intensa, un temblor de tierra invisible comenzó a destruir todo lo que se encontraba alrededor y el olor del mar se desato, mientras una explosión de luz carcomía el espacio y el tiempo. Se detuvo entonces y con la fuerza de un agujero negro absorbió toda la realidad que le rodeaba e incluso a el mismo, en un solo segundo todo desapareció y se convirtió en nada.
Abrió los ojos con olor a sal en labios, su abuela lo llamaba por su nombre, mientras el sonido del pescado frito en la sartén lo hacían darse cuenta de donde estaba. Finalmente lo entendió así que decidió que desde ahora y para siempre, no habría mas búsquedas eternas, no habría mas cuestionamientos, ni mas miedos, ni mas dudas, porque el universo le había regalado un Aleph donde había encontrado la forma de darse una segunda oportunidad.
23 de junio de 2010
Como el mar entre las alas de una libélula
Si en el silencio glacial de las cosas que no se alcanzan a decir pudieran amarrase los deseos de sueños imposibles, tal vez alcanzarían para darle vuelta al universo entero dos veces.
En la lluvia oceánica que los monzones acostumbrar traer cada verano, siempre suele haber un olor a verde, un sabor a olvido, una sensación de hubiera, se puede escuchar el canto del salitre.
En este amanecer donde la refracción de la luz nos pinta el rostro en tonos hepáticos, el vértigo parece alejarse de las madrugadas donde la nausea es imposible de evitar. Todo es calma, una paz eterna donde solo el presagio de tormenta es lo único certero y nada mas, ni un tal vez, ni un quizás, ni mañana, ni tampoco el ayer.
Como el mar entre las alas de una libélula mi alma se extiende sobre el universo generando una onda expansiva que se repite en un eco terriblemente infinito e imperecedero y termina rindiéndose ante el grito del trueno que anuncia la irremediable llegada del temporal.
Se cae el silencio, se cae el mar, se cae el cielo, se cae el viento, se cae el día perdiéndose para siempre en este vaho verde que inunda todas las cosas, que entra por los ojos pintándolos de alga y arrecife, cubriéndome de sal la lengua, palpitándome sobre mi corazón seco de tanto esperar, llenándome para siempre de este preciso momento y me entrego sin pensarlo en la vorágine infinita de un mundo que se renueva en cada amanecer.
En la lluvia oceánica que los monzones acostumbrar traer cada verano, siempre suele haber un olor a verde, un sabor a olvido, una sensación de hubiera, se puede escuchar el canto del salitre.
En este amanecer donde la refracción de la luz nos pinta el rostro en tonos hepáticos, el vértigo parece alejarse de las madrugadas donde la nausea es imposible de evitar. Todo es calma, una paz eterna donde solo el presagio de tormenta es lo único certero y nada mas, ni un tal vez, ni un quizás, ni mañana, ni tampoco el ayer.
Como el mar entre las alas de una libélula mi alma se extiende sobre el universo generando una onda expansiva que se repite en un eco terriblemente infinito e imperecedero y termina rindiéndose ante el grito del trueno que anuncia la irremediable llegada del temporal.
Se cae el silencio, se cae el mar, se cae el cielo, se cae el viento, se cae el día perdiéndose para siempre en este vaho verde que inunda todas las cosas, que entra por los ojos pintándolos de alga y arrecife, cubriéndome de sal la lengua, palpitándome sobre mi corazón seco de tanto esperar, llenándome para siempre de este preciso momento y me entrego sin pensarlo en la vorágine infinita de un mundo que se renueva en cada amanecer.
17 de junio de 2010
Olvidar por un momento
¿Qué si mañana? ¿Qué si tal vez? ¿Qué si no se que? ¿Qué si no se cuanto? Tantas burbujas metálicas bullendo en la mente, tantas cuestiones que finalmente no tienen sentido.
Con la mirada perdida en ninguna parte, el mareo llego de repente, se recargo en el asiento, cerro los ojos, esperando a que la sensación de vértigo desapareciera, encendió el iPod, se puso los auriculares y la música disolvió las interrogantes, la música creo el silencio mental que necesitaba.
Coloco sus manos entrelazadas sobre sus piernas, entonces la mano de su acompañante rozo su pierna. Abrió los ojos, observo la mano, tantas veces una mano era solo eso, una mano, pero hoy esa mano era lo mas cercano que alguien podría estar. Pensó en las veces en las que sus manos abrazaron otras y una sonrisa ligera cruzo su rostro.
Seguía observando esa mano tan cerca de su pierna que pensó en tomarla, sujetarla y sentir el calor de una persona, simplemente eso... sentir una piel extraña sobre la suya y sentir la sinergia de dos cuerpos humanos.
Entonces dejo caer su mano y rozo los dedos, los fue tomando poco a poco hasta tenerla por completo en la suya. Ansiaba tanto eso, simplemente sentir el calor de alguien junto al suyo, poder sentir la seguridad de que en ese momento no estaba solo, que a pesar de ser perfectos desconocidos, había algo que los unía mas allá de cualquier cosa: Que ambos necesitaban de alguien que les hiciera olvidar por un momento la soledad.
5 de junio de 2010
Krasnodar
Despertar en Krasnodar no es cualquier cosa. La luz se cuela por completo hace un rato que la noche ha dejado de cubrir el cielo y las luces de la ciudad se han apagado. Krasnodar, tan lejos de todo el mundo.
Me levanto, observo como comienza el transitar en la Krasnaya Ulitsa, mi mirada recorre hasta donde puede, es inevitable no pensar en la Unión Soviética al mirar esos bloques cuadrados de concreto que se amontonan en la calle, es imposible no decir que estamos en Rusia al ver esos cúpulas que parece conos de helados en los templos ortodoxos.
Aun es temprano para los asunto del trabajo, pero la sensación de estar en la civilización me reconforta, sobre todo después de viajar tanto tiempo en automóvil y solo ver llanuras en todos los tonos de verdes extendiéndose en el horizonte solo para ir de una ciudad a otra, todas girando alrededor de Krasnodar, bendito Krasnodar. El ajetreo de la ciudad me anima, me recuerda que no hay lugar en el mundo donde la globalización no haya llegado, para estoy aquí, para quedarme sin necesitad de estar aquí.
De nada sirve encender el televisor, el ruso se me da tanto como la zarzuela o el tango, esos símbolos que parece letras occidentales me confunden y me marean, al inicio era divertido tratar de leerlas en español, pero al final todo se convierte en un sin sentido que termino aturdido, mi pequeño cerebro no esta hecho para la lingüística mucho menos para las artes.
Краснодар, recuerdo bien todas esas letras, sabia que Europa Occidental no era un buen mercado, pero lejos estaba de Europa. Era pues Krasnodar en Rusia, un punto en medio de ninguna parte y sin embargo para ser así, esta ciudad esta llena de esa vitalidad que el capitalismo ha sabido inyectarle en tan solo quince años. Curioso es ver como la cuadratura de las edificaciones soviéticas de a poco han logrado amoldarse a las graciosas figuras de las franquicias y cadenas extranjeras, solo faltamos nosotros, por eso estoy aquí, para vender verdades a medias en una ciudad que esta hambrienta por conectarse al mundo.
21 de mayo de 2010
Kinich
Y dicen que un día bajó de la pirámide la Diosa madre, vestida de carne y hueso, acompañada del guerrero jaguar, descendió flotando sobre los escalones, cuando sus pies desnudos tocaron el suelo un temblor sacudió las casas de barro y paja aledañas a las pirámides. El joven Kinich sintió bajo su petate el tremor y en su cuerpo logro experimentar la llegada del Akyaabil, el viento que anuncia la llegada de la tormenta.
Se levantó con la sensación de que algo mas grande había llegado a la tierra, pero nadie mas en el pueblo se había dado cuenta, la luz aun no del todo iluminaba la selva. Un deseo irrefrenable lo llamaba a la gran pirámide. Tomó la pequeña lanza hecha de madera roja y se encaminó a beber agua al arroyo, sus ojos de obsidiana se percataron de cómo el liquido se teñía multicolor, de cómo las imágenes de tiempos pasados y futuros se mezclaban y desaparecían.
Una voz resonó debajo y encima de la selva, un canto mas allá del universo que el conocía lo atravesó en todas direcciones. Corrió directo a la fuente luminosa de donde provenía el sonido.
En medio de la que alguna vez fue la gran plaza, la Diosa convertida en agua y barro, oraba por la salvación de sus hijos que se habían perdido en los eones del tiempo. Sus ojos de quetzal de pronto se encontraron de frente con unos ojos como la noche donde brillaba la aurora, donde podía ver nacer el sol.
Dicen que entonces sucedieron tantas cosas, pero una cosa es segura, nadie que se atreva a ver a un Dios a los ojos sobrevive. Kinich conoció el inicio y el fin de su raza, comprendió que hay mas allá de las estrellas, pero sobre todo descubrió la razón por la que había nacido era para ese preciso momento en donde conocería el amor mas puro y mas grande.
El guerrero jaguar salto sobre Kinich y le devoro el corazón. La Diosa terminó su canto, pero había visto en esos ojos de noche, las cosas que tantas veces se había cuestionado. Ahora entendía la fragilidad de los humanos, son capaces de ver las cosas en una sola dirección, pueden dejarse arrastrar por las cosas que están mas allá de sus manos y aun así son capaces de morir sabiendo que ha valido la pena arriesgarse por un segundo de felicidad eterna.
La gente del pueblo despertó por el sonido de la voz que provenía de las pirámides, los que llegaron primero fueron testigos de la unión de un ser de agua y barro con la esencia primera y muchos vieron tantas cosas mas que nunca alcanzaron a comprender. Y se perdieron para siempre en desvaríos pero seguros de saber la suerte de Kinich.
El jaguar se encaminó al cenote, la Diosa siguió sus pasos, se detuvo un momento a contemplar como la luz inundaba la selva y pensó irremediablemente en Kinich. Se lanzó al agua segura de que sus hijos de barro y agua podían sobrevivir a si mismos pero sobre todo que el amor era algo hermoso pero dificil de explicar.
Se levantó con la sensación de que algo mas grande había llegado a la tierra, pero nadie mas en el pueblo se había dado cuenta, la luz aun no del todo iluminaba la selva. Un deseo irrefrenable lo llamaba a la gran pirámide. Tomó la pequeña lanza hecha de madera roja y se encaminó a beber agua al arroyo, sus ojos de obsidiana se percataron de cómo el liquido se teñía multicolor, de cómo las imágenes de tiempos pasados y futuros se mezclaban y desaparecían.
Una voz resonó debajo y encima de la selva, un canto mas allá del universo que el conocía lo atravesó en todas direcciones. Corrió directo a la fuente luminosa de donde provenía el sonido.
En medio de la que alguna vez fue la gran plaza, la Diosa convertida en agua y barro, oraba por la salvación de sus hijos que se habían perdido en los eones del tiempo. Sus ojos de quetzal de pronto se encontraron de frente con unos ojos como la noche donde brillaba la aurora, donde podía ver nacer el sol.
Dicen que entonces sucedieron tantas cosas, pero una cosa es segura, nadie que se atreva a ver a un Dios a los ojos sobrevive. Kinich conoció el inicio y el fin de su raza, comprendió que hay mas allá de las estrellas, pero sobre todo descubrió la razón por la que había nacido era para ese preciso momento en donde conocería el amor mas puro y mas grande.
El guerrero jaguar salto sobre Kinich y le devoro el corazón. La Diosa terminó su canto, pero había visto en esos ojos de noche, las cosas que tantas veces se había cuestionado. Ahora entendía la fragilidad de los humanos, son capaces de ver las cosas en una sola dirección, pueden dejarse arrastrar por las cosas que están mas allá de sus manos y aun así son capaces de morir sabiendo que ha valido la pena arriesgarse por un segundo de felicidad eterna.
La gente del pueblo despertó por el sonido de la voz que provenía de las pirámides, los que llegaron primero fueron testigos de la unión de un ser de agua y barro con la esencia primera y muchos vieron tantas cosas mas que nunca alcanzaron a comprender. Y se perdieron para siempre en desvaríos pero seguros de saber la suerte de Kinich.
El jaguar se encaminó al cenote, la Diosa siguió sus pasos, se detuvo un momento a contemplar como la luz inundaba la selva y pensó irremediablemente en Kinich. Se lanzó al agua segura de que sus hijos de barro y agua podían sobrevivir a si mismos pero sobre todo que el amor era algo hermoso pero dificil de explicar.
8 de mayo de 2010
Noticias del ayer
Presionó el botón, dando inicio a un viaje con destino hacia delante, hacia el infinito, hacia ninguna parte.
En la estela de la ignición, el vacío parecía lo único que en realidad importaba. Recuerdos del pasado cabalgaban en la arena estelar de sus ojos, pero ni todo el mundo, ni todo el tiempo cabían en una sola mirada.
Vigiló la ruta del viaje, trazó el camino hacia el futuro, alejándose de planetas, meteoros y demás objetos que pudieran colapsar con la nave espacial. Activó el sistema de defensa automático, en caso de cualquier inconveniente.
Después de tantas teorías e intentos por adelantarse al tiempo, finalmente alguien había decidido viajar hacia el futuro, sabía que no habría modo de comprobar que funcionara dicho viaje, porque según los cálculos tardaría hasta 100 años en regresar al punto de partida. Mas sin embargo hacía tantos años que había olvidado el sabor a sal que deja el mar en los labios, que llegar mas allá que todos era una tentación difícil de evitar.
A través del brillo estelar podía sentir el tremor de la velocidad de la luz, su piel se agrietaba, mientras lo lejano dejaba de serlo. Miro nuevamente el tablero, recordó todo el tiempo, recordó a todo el mundo, pero había decido romper las barreras de lo parecía imposible.
En medio del resplandor que surgía de todas las cosas, abrazó su fe en la cruz que su madre le había colgado en el pecho cuando era niño, pensó en ella, en su pueblo a la orilla del mar, en la iglesia de pescadores pobres, en las risas, en la brisa, en sus pies descalzos andando por las calles. Ahora él era el dueño del mañana. Tenia el poder de ir al futuro y volver. Él sería el único que al regresar traería noticias del ayer.
Comenzó a llorar y en la resonancia de la velocidad luz todo se transformo en silencio, todo de pronto se volvió nada. Ya no quedaba materia, ya no había distancia, pero sobre todo ya no existía el tiempo.
En la estela de la ignición, el vacío parecía lo único que en realidad importaba. Recuerdos del pasado cabalgaban en la arena estelar de sus ojos, pero ni todo el mundo, ni todo el tiempo cabían en una sola mirada.
Vigiló la ruta del viaje, trazó el camino hacia el futuro, alejándose de planetas, meteoros y demás objetos que pudieran colapsar con la nave espacial. Activó el sistema de defensa automático, en caso de cualquier inconveniente.
Después de tantas teorías e intentos por adelantarse al tiempo, finalmente alguien había decidido viajar hacia el futuro, sabía que no habría modo de comprobar que funcionara dicho viaje, porque según los cálculos tardaría hasta 100 años en regresar al punto de partida. Mas sin embargo hacía tantos años que había olvidado el sabor a sal que deja el mar en los labios, que llegar mas allá que todos era una tentación difícil de evitar.
A través del brillo estelar podía sentir el tremor de la velocidad de la luz, su piel se agrietaba, mientras lo lejano dejaba de serlo. Miro nuevamente el tablero, recordó todo el tiempo, recordó a todo el mundo, pero había decido romper las barreras de lo parecía imposible.
En medio del resplandor que surgía de todas las cosas, abrazó su fe en la cruz que su madre le había colgado en el pecho cuando era niño, pensó en ella, en su pueblo a la orilla del mar, en la iglesia de pescadores pobres, en las risas, en la brisa, en sus pies descalzos andando por las calles. Ahora él era el dueño del mañana. Tenia el poder de ir al futuro y volver. Él sería el único que al regresar traería noticias del ayer.
Comenzó a llorar y en la resonancia de la velocidad luz todo se transformo en silencio, todo de pronto se volvió nada. Ya no quedaba materia, ya no había distancia, pero sobre todo ya no existía el tiempo.
4 de mayo de 2010
Extraños Conocidos
Sus huesos sudaban los orgasmos ajenos. La noche aun estaba lejana de ser tarde, más solo le faltaba un cliente para cubrir su cuota laboral. Encendió la pequeña lámpara eléctrica que estaba sobre el buró a un lado de la cama. Abrió un caja, tomo su teléfono y miró la hora: las 00:40 horas, no podía demorarse más, su padre convaleciente la esperaba en casa.
Apago la luz, mentalmente recordó los pendientes de la casa: pagar la luz, remendar la camisa azul de papá, lavar los manteles, comprar los medicamentos, llevarle flores a mamá. Suspiró profundamente, odiaba vivir así, odiaba tener que ser una puta, pero no tenía otra opción, una mujer de pueblo que apenas sabe leer y escribir si quiere solventar la enfermedad de su padre tiene que sacrificar su dignidad.
Tocaron en su habitación, se abrió lentamente, el olor a alcohol del ultimo cliente le lleguó a los ojos y comenzó a llorar. Aun en la oscuridad pudo ver como el hombre se desvistió torpemente, ella abrió sus piernas con la convicción de que seria el ultimo pero sobre todo de que mañana sería un día mejor. El hombre tardo en llegar a ella, sus manos le tocaron el cuerpo, se detuvieron en sus pechos jóvenes aun turgentes, regreso a sus piernas y las abrió mas, se adentró en ella, comenzó a gemir despacito, mientras ella cerro su conciencia y se abandono, era tan solo un cuerpo muerto, dejo de ver, dejo de oír, dejo de sentir. El hombre rápidamente alcanzó el orgasmo, cayo sobre ella, rendido, recostándose en sus pechos y salió de ella.
El le dijo: ¿Qué no te gustó? ¿Por qué no dices nada putita? Hombres como yo ya no hay en esta ciudad.
Ella despertó del trance. La voz del hombre resonó en su cabeza, la hizo regresar de golpe en una lucidez que hubiera preferido no comprender, entonces una sensación de repugnancia la cubrió por completo y el vomito de tantas cosas desemboco en su boca.
El hombre enseguida abrió la puerta, reconoció ese sonido, reconoció el cuerpo, comenzó a temblar, un flashback recorrió su vista, la luz del pasillo alejó la oscuridad de la habitación y reconoció el llanto que provenía de la cama, ese llanto que tantos años se había encargado de consolar.
Apago la luz, mentalmente recordó los pendientes de la casa: pagar la luz, remendar la camisa azul de papá, lavar los manteles, comprar los medicamentos, llevarle flores a mamá. Suspiró profundamente, odiaba vivir así, odiaba tener que ser una puta, pero no tenía otra opción, una mujer de pueblo que apenas sabe leer y escribir si quiere solventar la enfermedad de su padre tiene que sacrificar su dignidad.
Tocaron en su habitación, se abrió lentamente, el olor a alcohol del ultimo cliente le lleguó a los ojos y comenzó a llorar. Aun en la oscuridad pudo ver como el hombre se desvistió torpemente, ella abrió sus piernas con la convicción de que seria el ultimo pero sobre todo de que mañana sería un día mejor. El hombre tardo en llegar a ella, sus manos le tocaron el cuerpo, se detuvieron en sus pechos jóvenes aun turgentes, regreso a sus piernas y las abrió mas, se adentró en ella, comenzó a gemir despacito, mientras ella cerro su conciencia y se abandono, era tan solo un cuerpo muerto, dejo de ver, dejo de oír, dejo de sentir. El hombre rápidamente alcanzó el orgasmo, cayo sobre ella, rendido, recostándose en sus pechos y salió de ella.
El le dijo: ¿Qué no te gustó? ¿Por qué no dices nada putita? Hombres como yo ya no hay en esta ciudad.
Ella despertó del trance. La voz del hombre resonó en su cabeza, la hizo regresar de golpe en una lucidez que hubiera preferido no comprender, entonces una sensación de repugnancia la cubrió por completo y el vomito de tantas cosas desemboco en su boca.
El hombre enseguida abrió la puerta, reconoció ese sonido, reconoció el cuerpo, comenzó a temblar, un flashback recorrió su vista, la luz del pasillo alejó la oscuridad de la habitación y reconoció el llanto que provenía de la cama, ese llanto que tantos años se había encargado de consolar.
30 de abril de 2010
25 de marzo de 2010
1 de febrero de 2010
11 de enero de 2010
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