Despierto, en el eco eterno del mar que se mece al viento. La luz entra por todas partes de este universo de telas plásticas que me cubren de la humedad pero no de la sal, envuelto en cobijas cálidas que me recuerdan el abrazo de mi madre antes de ir al colegio. No quiero despertar, no de nuevo para volver a darme cuenta de que estaba soñando. Me doy cuenta de que el sonido intermitente del mar no es un sueño, de que la sensación de la arena húmeda bajo mi cuerpo se torna suave y maleable, tal vez después de todo hoy no llueva como ayer.
Salgo al mar, al viento, al cielo, al suelo de arena, de rocas, de sal y bajo el resplandor solar me doy cuenta de que aun es posible que siga lloviendo, mientras tanto es imposible detener el habito del desayuno y la necesidad de defecar.
No quiero hacer nada, tal vez solo orinar, expulso lentamente el liquido amarillento que fluye sin cesar mojando un poco mis pies desnudos, sintiendo el calor que de mi cuerpo nace. Tardo en darme cuenta de que tengo frío, de recordar que lejos están todos, de que he decidido exiliarme para recuperar mi paz mental. Me sacudo un par de veces y me guardo en la calidez de mi ropa interior mi eyector de orín. No se que debo hacer ahora, sin horarios, sin televisión, sin estación de radio, sin teléfono móvil ni mucho menos la voz cansina de la calle que siempre repite lo mismo.
Pero de todas las cosas que el mundo pude ofrecerme nada se compara con el sabor que la sal de mar deja en tus labios, no se compara con la tranquilidad de estar y de ser sin ninguna etiqueta necesaria, de adjetivos que te suelen colgar en una gran ciudad. La soledad no es el frío que dejan el vacío, la soledad es saber estar con uno mismo y entender que hay cosas que no se pueden manejar, porque solo en la soledad es posible aceptar que hay cosas que no podemos cambiar.
Tal vez en el extremo lento de las palabras, no puedo definir las cosas que tal vez no quiero dejar de decir, pero es imposible detenerse a recordar todas esas cosas que emergen de la imaginación y que se pierden invariablemente. A veces no es fácil lidiar con los sueños imposibles, no es sencillo luchar con la imposibilidad de que se es a veces lo que los demás no suelen esperar, duele no alcanzar lo que uno mas suele desear pero sobre no es fácil aceptar que se puede vivir eternamente esperando algo que tal vez no existe, esperando algo que nunca va a llegar.
Y heme aquí otra vez, luchando contra el mundo, contra mi mismo, contra el pasado, contra las expectativas y contra todo aquello que definitivamente sé que me volverá a enredar y me hará caer. Pero de algo estoy seguro, sé que nunca dejare de ser, de hacer, de estar, porque creo firmemente en que el futuro llegará y debo estar preparado para lo que el universo del cielo haga llegar.
Salgo al mar, al viento, al cielo, al suelo de arena, de rocas, de sal y bajo el resplandor solar me doy cuenta de que aun es posible que siga lloviendo, mientras tanto es imposible detener el habito del desayuno y la necesidad de defecar.
No quiero hacer nada, tal vez solo orinar, expulso lentamente el liquido amarillento que fluye sin cesar mojando un poco mis pies desnudos, sintiendo el calor que de mi cuerpo nace. Tardo en darme cuenta de que tengo frío, de recordar que lejos están todos, de que he decidido exiliarme para recuperar mi paz mental. Me sacudo un par de veces y me guardo en la calidez de mi ropa interior mi eyector de orín. No se que debo hacer ahora, sin horarios, sin televisión, sin estación de radio, sin teléfono móvil ni mucho menos la voz cansina de la calle que siempre repite lo mismo.
Pero de todas las cosas que el mundo pude ofrecerme nada se compara con el sabor que la sal de mar deja en tus labios, no se compara con la tranquilidad de estar y de ser sin ninguna etiqueta necesaria, de adjetivos que te suelen colgar en una gran ciudad. La soledad no es el frío que dejan el vacío, la soledad es saber estar con uno mismo y entender que hay cosas que no se pueden manejar, porque solo en la soledad es posible aceptar que hay cosas que no podemos cambiar.
Tal vez en el extremo lento de las palabras, no puedo definir las cosas que tal vez no quiero dejar de decir, pero es imposible detenerse a recordar todas esas cosas que emergen de la imaginación y que se pierden invariablemente. A veces no es fácil lidiar con los sueños imposibles, no es sencillo luchar con la imposibilidad de que se es a veces lo que los demás no suelen esperar, duele no alcanzar lo que uno mas suele desear pero sobre no es fácil aceptar que se puede vivir eternamente esperando algo que tal vez no existe, esperando algo que nunca va a llegar.
Y heme aquí otra vez, luchando contra el mundo, contra mi mismo, contra el pasado, contra las expectativas y contra todo aquello que definitivamente sé que me volverá a enredar y me hará caer. Pero de algo estoy seguro, sé que nunca dejare de ser, de hacer, de estar, porque creo firmemente en que el futuro llegará y debo estar preparado para lo que el universo del cielo haga llegar.
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