Sus huesos sudaban los orgasmos ajenos. La noche aun estaba lejana de ser tarde, más solo le faltaba un cliente para cubrir su cuota laboral. Encendió la pequeña lámpara eléctrica que estaba sobre el buró a un lado de la cama. Abrió un caja, tomo su teléfono y miró la hora: las 00:40 horas, no podía demorarse más, su padre convaleciente la esperaba en casa.
Apago la luz, mentalmente recordó los pendientes de la casa: pagar la luz, remendar la camisa azul de papá, lavar los manteles, comprar los medicamentos, llevarle flores a mamá. Suspiró profundamente, odiaba vivir así, odiaba tener que ser una puta, pero no tenía otra opción, una mujer de pueblo que apenas sabe leer y escribir si quiere solventar la enfermedad de su padre tiene que sacrificar su dignidad.
Tocaron en su habitación, se abrió lentamente, el olor a alcohol del ultimo cliente le lleguó a los ojos y comenzó a llorar. Aun en la oscuridad pudo ver como el hombre se desvistió torpemente, ella abrió sus piernas con la convicción de que seria el ultimo pero sobre todo de que mañana sería un día mejor. El hombre tardo en llegar a ella, sus manos le tocaron el cuerpo, se detuvieron en sus pechos jóvenes aun turgentes, regreso a sus piernas y las abrió mas, se adentró en ella, comenzó a gemir despacito, mientras ella cerro su conciencia y se abandono, era tan solo un cuerpo muerto, dejo de ver, dejo de oír, dejo de sentir. El hombre rápidamente alcanzó el orgasmo, cayo sobre ella, rendido, recostándose en sus pechos y salió de ella.
El le dijo: ¿Qué no te gustó? ¿Por qué no dices nada putita? Hombres como yo ya no hay en esta ciudad.
Ella despertó del trance. La voz del hombre resonó en su cabeza, la hizo regresar de golpe en una lucidez que hubiera preferido no comprender, entonces una sensación de repugnancia la cubrió por completo y el vomito de tantas cosas desemboco en su boca.
El hombre enseguida abrió la puerta, reconoció ese sonido, reconoció el cuerpo, comenzó a temblar, un flashback recorrió su vista, la luz del pasillo alejó la oscuridad de la habitación y reconoció el llanto que provenía de la cama, ese llanto que tantos años se había encargado de consolar.
Apago la luz, mentalmente recordó los pendientes de la casa: pagar la luz, remendar la camisa azul de papá, lavar los manteles, comprar los medicamentos, llevarle flores a mamá. Suspiró profundamente, odiaba vivir así, odiaba tener que ser una puta, pero no tenía otra opción, una mujer de pueblo que apenas sabe leer y escribir si quiere solventar la enfermedad de su padre tiene que sacrificar su dignidad.
Tocaron en su habitación, se abrió lentamente, el olor a alcohol del ultimo cliente le lleguó a los ojos y comenzó a llorar. Aun en la oscuridad pudo ver como el hombre se desvistió torpemente, ella abrió sus piernas con la convicción de que seria el ultimo pero sobre todo de que mañana sería un día mejor. El hombre tardo en llegar a ella, sus manos le tocaron el cuerpo, se detuvieron en sus pechos jóvenes aun turgentes, regreso a sus piernas y las abrió mas, se adentró en ella, comenzó a gemir despacito, mientras ella cerro su conciencia y se abandono, era tan solo un cuerpo muerto, dejo de ver, dejo de oír, dejo de sentir. El hombre rápidamente alcanzó el orgasmo, cayo sobre ella, rendido, recostándose en sus pechos y salió de ella.
El le dijo: ¿Qué no te gustó? ¿Por qué no dices nada putita? Hombres como yo ya no hay en esta ciudad.
Ella despertó del trance. La voz del hombre resonó en su cabeza, la hizo regresar de golpe en una lucidez que hubiera preferido no comprender, entonces una sensación de repugnancia la cubrió por completo y el vomito de tantas cosas desemboco en su boca.
El hombre enseguida abrió la puerta, reconoció ese sonido, reconoció el cuerpo, comenzó a temblar, un flashback recorrió su vista, la luz del pasillo alejó la oscuridad de la habitación y reconoció el llanto que provenía de la cama, ese llanto que tantos años se había encargado de consolar.
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