Es normal al estar frente a la magnitud del océano sentir miles de cosas, habrá quienes sientan respeto, otros tal vez miedo, quizá alguien sienta curiosidad ante semejante mundo de infinitas posibilidades, ante esa submarina dimensión donde los humanos no estamos permitidos a vivir del todo, frente a ese enigma donde la vida surgió hace muchos, muchos años.
Decir: El mar... palabra suave, recuerdo, sal sobre los labios y viento fresco en la memoria. Extender los brazos hacia el infinito punto donde parece que el cielo y el mar se funde en un beso eterno, extender las manos hacia la voz de las olas que desfallecen en la costa y que regresan a el siempre de nuevo, para morir de nuevo una y otra vez pero con diferente nombre, con diferente cara. Decir el mar, mientras un escalofrío recorre mi espalda al pensar que tal vez también yo pude encontrar mi final entre sus ojos de antaño, al pensar que pude ser agua al final también.
Sucede a veces que muchas personas son abrazadas por el mar, para siempre. O bien se pierden en el sin razón o con toda la premeditación posible. Tan sereno y apacible como guerrero e iracundo el océano siempre nos recibe, pero a veces es imposible escapar de sus dedos, es imposible escapar de su aliento que nos llama por debajo del agua, que susurra despacio, que nos ahoga despacito y nos duerme hasta dormir para siempre en el. Supongo que el océano sabe cuando el humano se resiste a ser mar, entonces (ya muy tarde) lo libera y lo deja ir, guía el cuerpo inerte, lo cubre de sal, lo libera en la costa, sobre la arena y lo baña con sus olas hasta que lo encuentren, entonces regresa de nuevo a buscar a alguien que si quiera quedarse con el.
Yo no se nadar, pero mi altura me ha permitido estar a una distancia alejada de la orilla del mar, en cuanto mis pies dejan de sentir la arena del mar me detengo y permanezco sintiendo la presión del agua sobre mi cuerpo, sumergiéndome, escuchando los sonidos debajo del agua y como todo parece distorsionarse simplemente al descender en litros y litros de un liquido salado y primigenio. En ocasiones me atrevo a lanzar brazadas hacia la orilla y hacia los lados, pero siempre tocando el suelo, en cuanto lo pierdo me sumerjo como roca hasta encontrarlo, entonces me impulso salgo a respirar aire y muevo mis brazos con fuerza hacia la orilla mas cercana.
Una vez el océano quería que le acompañase en el fondo de su existencia, que flotara sin vida en las fosas abisales, que mi carne se reblandeciera de a poco y se desprendiera para alimentar a cientos de peces, que mis huesos se dispersaran despacio en alguna corriente ecuatorial y entonces un día finalmente me disolviera en sal y lo aun que quedara de acuoso en mi se evaporara en agua de lluvia incierta. Estaba yo con el agua hasta la cintura, el sol se reflejaba sobre la superficie irregular del mar, respire profundo y mire hacia el distante océano que enviaba sus olas en un ritmo acompasado y sereno; di un par de pasos hacia mar adentro cuando una alarma sonó a lo lejos, los guardacostas con megáfono en mano alertaban sobre la entrada de una corriente marina, lo tome con calma entonces el agua cambio de temperatura súbitamente, entonces una fuerza atrajo mis piernas hacia el fondo del océano, entonces luche contra esa fuerza para salir por mi pie, aun podía sentir la arena en mis pies, pero esta desaparecía como si una fuerza la absorbiera desde dentro, el suelo comenzaba a desvanecerse y el mar comenzaba a hacerse un mundo en mi; tome la decisión de arriesgarme a nadar, pero antes de actuar todo se hizo agua ya no había nada mas alrededor que mar, pataleaba, movía mis brazos, y solo sentía que algo me atraía hacia un punto indefinido, ya no había nada mas entonces y pensé que nada mas habría de haberlo después.
Algo debió de haber sucedió en lo profundo del misterioso pensamiento submarino, debí parecerle al océano innecesario, sus brazos de pronto me liberaron y mi cuerpo subió a la superficie en cuanto se sintió libre de esa prisión de agua; lo que en realidad fueron segundos para mi fue una verdadera eternidad en la cual no hubo flash back, no hubo retrospectiva, todo era sobrevivir mas en esa ocasión las cosas no estaban en mis manos, alguien mas decidió darme una segunda oportunidad, una oportunidad de no hacerme mar.
Vivir en un puerto me ha dado la oportunidad de conocer tantas historias en las cuales muchos no tienen la suerte que yo, algunos desparecen para siempre y unos otros son llevados por las corrientes hacia otras playas donde terminan siendo enterrados en la fosa común porque nadie los reclama.
Hay quienes tienen el valor de hacerse mar, caminan hacia el valiente, con paso firme, resistiendo cada ola, dejando el aire atrás, olvidando todo, sin mas esperanza, sin mas nada, se hacen mar de pronto, se sumergen en el, cubren su cuerpo con sal infinita, lo respiran en cada poro de su esencia, se duermen en el finalmente esta vez para siempre. Supongo que entonces el océano viene por ellos y los tiene en un sitio especial, o a veces no se da cuenta y sus cuerpos flotan hacia la costa, donde alguien se encargará del resto.
Decir el mar y se me ocurren tantas, tantas cosas.
Bismark :
ResponderEliminarMe alegra que dejaras el nombre de tu blog, ahora puedo leer tranquilamente lo que escribes.
Recibe un abrazo
Rossana
muchas veces me impuso ese respeto que todos comentan, ese temor.. el mar, tan inmenso y misterioso.. y varias veces intente perderle el respeto, pero creo que nunca quizo castigarme o hacerme parte el, en cierto punto me senti desilucionado porque ni quiso que estuviera con el, pero creo que en parte el sabia lo que hacia.
ResponderEliminarbenno
Bismark, gracias por lo que me escribiste en el blog.
ResponderEliminarMe ha gustado leer esto sobre el mar (el mar, unos de mis Seres Amados). Si no has leído "Océano mar", de A. Baricco, te lo recomiendo porque todo lo que en él se dice del mar es tan mágico como cierto.
Un saludo.
Te aplaudo!
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