17 de diciembre de 2009

La sed de poder

Había hecho el plan, ahora debía esperar. La lluvia era el escenario perfecto, pero había dejado de llover hace un rato, pero nada detendría ya el curso del río que lo habría de llenar de poder.

Salió al jardín húmedo aun, el lodo putrefacto de la fosa séptica comenzaba a oler, en el cielo unos discos anaranjados flotaban inmunes a los habitantes de un pueblo costeño después diez días de lluvia de una tormenta tropical estacionaria. Recordó como convenció a quien le quitaría de encima al ultimo de los ejidatarios que se negaban a su propuesta, sabía que esta noche o mañana temprano habría velorio, tenia que haberlo, de otro modo no podría lograr sus propósitos.

Subió a la camioneta del año que tenía, no podía quedarse en casa, debía tener una coartada, así que fue a la casa del comisario municipal para invitar a su hija para salir a dar una vuelta. Aunque en realidad ella no le importaba, no tenia otra opción que seguir el juego de macho, el cual a veces le costaba trabajo creerse, pero tenia la suerte de no amar a nadie mas que a si mismo, así que esa falta de hombría no significaba un problema para saciar su sed de poder.

La gente caminaba por las calles, después de tantos días encerrados, por lo que tuvo que disminuir la velocidad, entonces recordó a su hermana, que de seguro estaría en la ventana, esperando a que el mar le devuelva el amor. Y por dentro se sintió tan miserable como ella, por no poder amar a la hija del comisario, pero el no estaba loco como su hermana. Al menos no por ahora pensó el y comenzó a reírse a carcajadas.

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