El sol comienza a filtrarse por la ventana.
Sabe que la espera es inevitable. Es lunes, pero siempre parece ser el mismo día, siempre la tarde, parece ser la misma tarde.
Ha cantado despacito para no espantar a las gotas de lluvia que se adhieren al cristal de la ventana, por el cual rayos dorados de sol iluminan los recuerdos tantas veces olvidados.
Se esconde de esa claridad mental donde todo es absurdo, donde nada tiene sentido y rie bajito sacudiendo el salitre que mancha sus manos.
Tanto mar de por medio, tantas olas desiertas, tanta espera en silencio, tanto amor incompleto. Toma con los dedos un rayo de sol que le hace recordar el calor de los días del verano, aun cuando recién comenzó el otoño. Su cabello blanco refleja el tono hepático del atardecer, mientras se da cuenta de que la espera es inevitable.
Es lunes otra vez, pero para ella, siempre será el martes en el que su prometido le juro que habría de volver.
Sabe que la espera es inevitable. Es lunes, pero siempre parece ser el mismo día, siempre la tarde, parece ser la misma tarde.
Ha cantado despacito para no espantar a las gotas de lluvia que se adhieren al cristal de la ventana, por el cual rayos dorados de sol iluminan los recuerdos tantas veces olvidados.
Se esconde de esa claridad mental donde todo es absurdo, donde nada tiene sentido y rie bajito sacudiendo el salitre que mancha sus manos.
Tanto mar de por medio, tantas olas desiertas, tanta espera en silencio, tanto amor incompleto. Toma con los dedos un rayo de sol que le hace recordar el calor de los días del verano, aun cuando recién comenzó el otoño. Su cabello blanco refleja el tono hepático del atardecer, mientras se da cuenta de que la espera es inevitable.
Es lunes otra vez, pero para ella, siempre será el martes en el que su prometido le juro que habría de volver.
Odio los martes. Ella debe odiarlos más. Martes suena muerte. Hoy es Viernes. Que bueno.
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