Inspirado por "La pecera" de Jesús Gardea
La trajeron el sábado. Tanto tiempo había deseado poderte cumplir tu sueño. Aquí estaba finalmente. La pecera y las sirenas que tanto me hacían recordarte. El se acerco a mi, escuchaba las indicaciones que los hombres hacían, yo solo te recordaba, te imaginaba feliz por haberte cumplido finalmente tu sueño.
Le pregunte a Miguel si le gustaba, deseando finalmente oír tu voz, su voz de niño que tanto se parece a la tuya y que tanto dolor me causa. Pero en ese momento al mirarlo no pude evitar sonreírle pensando que eras tu quien me respondía desde la muerte.
Le deje en claro que no tendríamos peces, no quería manchar tu recuerdo con el agua que tanta culpa me hace sentir. El pequeño esperaba llenarla de peces y verlos flotar en su ignorancia sutil y eterna. Entonces su cara de decepción me recordó a la tuya y el dolor que me quemaba el alma termino por extinguirme el único lazo que con el me unía. Es tan parecido a ti, pero no eres tu. El debió haber muerto, no debiste haber dado tu vida por este ser tan simple, tan vacío, tan lejano a la luz que desprendías.
Esa noche lo miraba mientras dormitaba en la mesa. Lo odiaba tanto, entonces te llamo desde la lejanía y el alma se me encogió. Lo desperté y lo lleve a su cuarto, arrepintiéndome de odiarlo tanto. Al domingo siguiente después de estar seis meses lejos del mundo que conocía, tratando de olvidarte para siempre, tratando de esquivar las miradas y la culpa, ese día el pequeño aun era un lastre para mi. Lo miraba de reojo observando el mundo ahí afuera, pensé entonces en hacerlo feliz un momento por lo menos. Su cara de felicidad cuando recibió los tres chocolates no tiene precio. Entonces entendí porque habías dado la vida por el.
No podía estar mas ahí y regresamos a casa. Había tomado una decisión pero tenia que planearla, tenia que cubrir todos los detalles. Me senté frente a la pecera que tanto habías querido en ese viaje que hicimos hacia años a la ciudad. Me olvide de todo, me olvide el y del mundo. Tenia que dejarte ir... o acompañarte.
Cuando la noche llego, había finalmente tomado la decisión correcta. Subí a la habitación a ver al pequeño. Entonces un deseo incontrolable de matarlo me nació en el pecho, me acerque lentamente a el, cuando estaba por tomar su cuello, te llamo de nuevo y con espanto me di cuenta de que eso no era lo que querías para el.
Huí, huí de el, huí de mi, huí de ti, de tu fantasma, de tus risas, de la luz que irradias como un sol aun en mis recuerdos.
Es imposible olvidarte. Es imposible vivir con el a mi lado.
Es ahora o nunca Isabel.
Es hoy y para siempre.
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