La ciudad despertaba de su letargo diurno, poco a poco abría sus ojos luminosos, eléctricos, capaces de alejar el brillo de las estrellas y encender las calles para que los transeúntes pudieran caminar sin tropiezos.
El trafico se hacia cada vez mas denso, a lo lejos sobre el valle una columna acuosa se acercaba lentamente, mientras la ciudad luchaba contra la oscuridad.
La llovizna comenzó a caer por el extremo este, brincaban las gotitas de azul multicolor por los techos, los parabrisas y las avenidas, formaban de a poco un río de agua turbia que lavaba la cara de la ciudad que esperaba no inundarse una vez mas.
La ciudad a fuerza de estarse mojando decidió sacudirse el polvo, se froto los ojos y se acurruco sobre el valle, sintiendo el suelo un poco mas blando que la ultima vez. Llovía mas fuerte cada vez, nada parecía detener el intenso llanto de las nubes, el cielo se había cubierto y la ciudad intentaba mantener su fluir eléctrico a pesar de correr el riesgo de perderse un poco a si misma, sin embargo esa era su vida.
Los humanos poco a poco se refugiaron en sus casas y el sueño comenzó a invadirlos, un sueño que parecía haber despertado después de tantos meses de desasosiego y elucubraciones absurdas sobre el convivir diario y el sobrevivir a duras penas. Un letargo mágico comenzó a manar del vientre de la ciudad en forma de un vapor sutil que entraba por la nariz e invadía los pulmones con su narcótico silencio, dejando al mas despierto rendido a sus pies.
Esa fue la noche, la noche en la cual la ciudad murió sin siquiera haberse dado cuenta, llevándose consigo a todos sus humanos habitantes.
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