En la vacuidad del silencio flota mi memoria, me deslizo lentamente en medio de la nada, vagando como un sol inerte en medio de un mar de materia oscura, mientras lejano de mis manos queda lo que alguna vez fue tangible para mi: el polvo, el mar, tus manos, tus ojos, el cielo, la fe y la esperanza.
En la soledad que transmite el espacio, es fácil olvidarse de todo lo que se es, es tan sencillo simplemente perderse, dejarse a la deriva, flotando en medio de la nada del universo hasta que el oxigeno se termine y dormir eternamente pensando que en la Tierra alguien pueda confundir el reflejo de mi traje espacial con una lejana estrella. Mi trabajo se vuelve difuso, es imposible concentrarse en algo cuando te sabes vulnerable, cuando te conoces frágil pero sobre todo cuando te reconoces humano.
Tuercas, tornillos, metales van y vienen en este puzzle gigantesco que flota alrededor de nuestro planeta. Una estación espacial antigua y un millón de cosas por terminar en una visita al universo desconocido donde flotamos y nos movemos con nuestro sistema solar, tan lejos de donde alguna vez comenzamos a girar para nunca detenernos.
Me distrae continuamente ver esa esfera azul que es al mismo tiempo tan familiar pero que vista desde lejos parece tan extraña, tan lejana, tan diferente. Es como un recuerdo inerte en medio del olvido, como un sabor infantil en medio del silencio del recuerdo, como el olor a nuevo, como la sensación a hogar que transmite la lluvia de abril.
Me desprendo un poco, vuelo lentamente en el espacio, envuelto en mi blanco disfraz intento nadar en el vació y termino sintiéndome un poco mas niño, sintiéndome un poco mas libre sabiéndome lejos de las leyes de la física, lejos de las leyes de la tierra.
Es tarde ya, debo concluir con mi labor espacial. Repaso los procedimientos, es tiempo de soldar lentamente el desperfecto y continuar en este viaje que simplemente acaba de comenzar dentro mi, nunca antes necesite estar solo hasta ahora cuando la necesidad de alguien es imposible de satisfacer y me recuerdo cuando niño me sentaba en las escaleras de la casa de mis padres, esperando que un milagro me salvara de mi desgracia, deseando que todo fuera un sueño, pensando que tal vez el dolor es un invento estúpido y que mañana despertare completamente nuevo. Observo como América lentamente se va oscureciendo y me doy cuenta de lo lejos que estoy ahora de todo aquello, no había nada que temer aquí arriba. Estaba solo en medio de un universo que nos ha negado la oportunidad de encontrar con quien sentirnos compañeros de un viaje que no sabemos como comenzó.
No puedo evitar llorar y antes de cerrar la escotilla miro hacia la oscuridad deforme del infinito y me parece ver como haces de luz aparecen justo frente a mi. Me sostengo fuerte de la escalera metálica, de pronto todo en lo que creí desapareció, tardo en reaccionar, permanezco petrificado frente a la aparición, reacciono y dudo un momento en que debo hacer y finalmente ingreso en la estación, pensando que tal vez no estamos tan solos como pensamos. Ahora estoy seguro de ello, cierro la compuerta esperando que todo sea un sueño, una visión absurda de la soledad.
En la soledad que transmite el espacio, es fácil olvidarse de todo lo que se es, es tan sencillo simplemente perderse, dejarse a la deriva, flotando en medio de la nada del universo hasta que el oxigeno se termine y dormir eternamente pensando que en la Tierra alguien pueda confundir el reflejo de mi traje espacial con una lejana estrella. Mi trabajo se vuelve difuso, es imposible concentrarse en algo cuando te sabes vulnerable, cuando te conoces frágil pero sobre todo cuando te reconoces humano.
Tuercas, tornillos, metales van y vienen en este puzzle gigantesco que flota alrededor de nuestro planeta. Una estación espacial antigua y un millón de cosas por terminar en una visita al universo desconocido donde flotamos y nos movemos con nuestro sistema solar, tan lejos de donde alguna vez comenzamos a girar para nunca detenernos.
Me distrae continuamente ver esa esfera azul que es al mismo tiempo tan familiar pero que vista desde lejos parece tan extraña, tan lejana, tan diferente. Es como un recuerdo inerte en medio del olvido, como un sabor infantil en medio del silencio del recuerdo, como el olor a nuevo, como la sensación a hogar que transmite la lluvia de abril.
Me desprendo un poco, vuelo lentamente en el espacio, envuelto en mi blanco disfraz intento nadar en el vació y termino sintiéndome un poco mas niño, sintiéndome un poco mas libre sabiéndome lejos de las leyes de la física, lejos de las leyes de la tierra.
Es tarde ya, debo concluir con mi labor espacial. Repaso los procedimientos, es tiempo de soldar lentamente el desperfecto y continuar en este viaje que simplemente acaba de comenzar dentro mi, nunca antes necesite estar solo hasta ahora cuando la necesidad de alguien es imposible de satisfacer y me recuerdo cuando niño me sentaba en las escaleras de la casa de mis padres, esperando que un milagro me salvara de mi desgracia, deseando que todo fuera un sueño, pensando que tal vez el dolor es un invento estúpido y que mañana despertare completamente nuevo. Observo como América lentamente se va oscureciendo y me doy cuenta de lo lejos que estoy ahora de todo aquello, no había nada que temer aquí arriba. Estaba solo en medio de un universo que nos ha negado la oportunidad de encontrar con quien sentirnos compañeros de un viaje que no sabemos como comenzó.
No puedo evitar llorar y antes de cerrar la escotilla miro hacia la oscuridad deforme del infinito y me parece ver como haces de luz aparecen justo frente a mi. Me sostengo fuerte de la escalera metálica, de pronto todo en lo que creí desapareció, tardo en reaccionar, permanezco petrificado frente a la aparición, reacciono y dudo un momento en que debo hacer y finalmente ingreso en la estación, pensando que tal vez no estamos tan solos como pensamos. Ahora estoy seguro de ello, cierro la compuerta esperando que todo sea un sueño, una visión absurda de la soledad.
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