5 de agosto de 2012

En la noche



Es medianoche, justo cuando el último transeúnte recorre la calle. Solo hay una sombra breve que se agita ligera en la penumbra de la pared. El silencio nocturno aquí no es lo que uno se imagina: los ladridos lejanos, el televisor insomne, el aleteo de los insectos, la música de los grillos, el viento inquieto, en ronquido incierto.

De a poco los pasos del transeúnte van tornándose difusos y dispersos, el alcohol ha hecho efecto, se tiende en una esquina e intenta levantarse, mientras la sombra de la pared acecha.

La lampara de la calle tintinea y se duerme, dejando a la noche extenderse a sus anchas. Súbitamente en lo alto del poste despierta produciendo una sensación de relámpago sin trueno pero vuelve a caer rendida en los brazos de Morfeo. Las estrellas no alcanzan a iluminar la calle, es cuando la sombra por completo desaparece, no existe simplemente.

El transeúnte se agita y despierta, sobresaltado por la oscuridad, maldice a todo aquello que atraviese su mente. Se recarga en la pared intentando detener el vértigo oscuro que lo envuelve pero es demasiado tarde, el vomito amargo hace charco justo a su lado.

La lampara se enciende, sorprendida por el súbito lapsus que ha sufrido, observa como la sombra emerge y permanece oculta de espaldas al transeúnte. Se mantiene quieta esperando el ronquido que le indique una inconsciencia total.  La luz la alimenta. Se desprende y escapa del cuerpo que le da forma y se decide a cumplir su cometido. 

En la esquina de la calle se escuchan unos gritos ahogados, la lampara temerosa cierra sus ojos para no ser testigo de otro crimen dejando a la noche extenderse nuevamente.

Al amanecer el transeúnte despierta bañado en su propio vomito, con las marcas de la asfixia en su cuello. Se levanta y camina incierto sobre la calle por el sol iluminada, mientras lo sigue a sus pies su peor enemigo.

14 de junio de 2012

Flores podridas

Llovía, el suelo deslizaba rápidamente cualquier sensación absurda. Baje del autobús, en la húmeda terminal justo cuando comenzaba el día. Adolescentes con uniformes bajaban y subían presurosos por el puente peatonal frente a donde decidí esperar mientras el agua comenzaba a escurrirse calles abajo, hacia el mar. Taxi tras otro se detuvieron frente a mi, pero pensé que aun no era hora para llegar a casa. Cuando me canse de estar de pie y seguro de que ya no podría mojarme simplemente me encamine hacia el centro de la ciudad, a un par de cuadras detuve finalmente un taxi.

- Al cereso por favor - Dije con una voz que me pareció no era la mía.
- ¿Directo o por la prepa? - Pregunto un ojeroso taxista.
- Da igual, es la misma mierda - Respondí de nuevo con esa voz extraña.

El auto comenzó su travesía en el transitar absurdo de las mama voyager y los niños frenéticamente somnolientos en el asiento trasero. Los semáforos no ayudaban en la sensación angustiosa del ir a vuelta de rueda. El taxista en cuanto pudo tomo la lateral, donde fluía con mayor rapidez la vorágine de automotores. Seria en vano, uno de los carriles estaba prácticamente ocupado por una procesión funeraria. Tardamos doce minutos en estar a la altura del féretro que estaba envuelto por la carroza blanca de la única funeraria de la ciudad.

- ¿Ha olido un muerto? - Me preguntó el taxista sin poner atención a la procesión.
- No - Respondí sincero, mientras observaba el luto que se extendía sobre una cuadra completa.
- Es como oler flores que han estado en el agua muchos días - Dijo secamente.
- Eso si lo he olido, pero no creo que un cuerpo humano huela así - Le asevere buscando su cara en el espejo retrovisor.
- Nunca lo haga joven. Ya he olido el cuerpo de un muerto. Desde entonces cuando ese olor de flores podridas en agua me llega, recuerdo claramente a todos los muertos - Comento mirando fijamente al frente.

El teléfono comenzó a timbrar, observe quien llamaba y decidí no contestar pero fingí que lo hacia para dejar de hablar con el taxista. El auto comenzó a acelerar su velocidad avanzamos a toda prisa varias cuadras cuando de pronto el taxi cayó en un bache obligándolo a girar sobre la calle hasta finalmente detenerse con un árbol. La sorpresa de todo aquello me dejo perplejo, vi como el taxista tenia rastros de sangre en su rostro que miraba hacia mi con unos ojos vacíos por completo. Inmediatamente busque el modo de salir de ahí, la puerta estaba trabada, empujaba con fuerza escapar de esos ojos que sin duda no volverían a ver.

Cuando por fin pude salir, alguien estaba de pie observando lo que había en la cajuela del taxi. Extrañado camine para ver que podía ser. Un olor a flores podridas me llego entonces.

Desde ese día cuando me llega el olor de las flores muertas en agua recuerdo vividamente el día en que perdi mi libertad.

9 de febrero de 2012

Naive


No sé que fue primero, si el olvido o el recuerdo.

Es de esas cosas engañosas que ocurren cuando se suele mezclar los sueños con la realidad, de repente uno termina viviendo en un sueño y soñando lo que es real. Lo mas extraño quizá es que cuando se revisa el pasado, todo es difuso, incoloro, pastoso. Entonces cuando se intenta buscar algún trazo firme en el pasado te encuentras con una vorágine de hechos ficticios, reales e inventados, todo junto sin tener una mínima coherencia lógica. Buscar algo en el pasado es estúpidamente imposible, frenéticamente inconcebible.

Tantos años. Conforme el tiempo se queda en mi rostro, me doy cuenta de que mi mente también divaga en un sin fin de intenciones. Pero me mantengo en ese estado de infantilismo absurdo y de inconsciencia total. Me estaciono en el estado mas inocente que encuentro: la ignorancia, la estupidez, el estoicismo y la indiferencia.

A veces recuerdo pero no se si lo que recuerdo paso en verdad, fue parte de un sueño o me lo invente en un vano intento por evadir la realidad. Como sea que fuere, resulta muy normal que nadie recuerde las cosas como las recuerdo. Entonces escucho y callo, me dejo llevar por los recuerdos ajenos, intentando mantenerme a flote en ellos, pero es imposible. No los siento míos. Irremediablemente vuelvo a mi obstinada realidad modificada, cierto, pero mía.

A veces olvido mas últimamente, será acaso que la edad de a poco me carcome la memoria. Tan sutil es el olvido que de pronto no sé que me encuentro haciendo. Intento en vano ir tras mis pasos para entender la causa que me obliga a permanecer, mas sin embargo pocas veces logro conocer el porque de mis elucubraciones. En ocasiones olvido mi nombre, si, por tonto que pueda parecer, me olvido de las cosas mas básicas, entonces busco en mi pantalón algo que me ayude a reconocerme y ahí esta, una fotografía mía de cuando tenia 25 años con mi nombre a lado.

No sé que fue primero, si el olvido o el recuerdo.

Ni tampoco si en algún punto mi mente se ha perdido de eso que llaman realidad y vivo en un mundo que solo existe para mi, donde el miedo de ser abducido me persigue como cuando era niño y cada vez que intento correr mis piernas se vuelven de lodo y entonces me hundo en el suelo para terminar en una caída libre inesperada donde nunca jamás llego a romperme.

Ingenuo tal vez no sea la palabra que busco. Ni tampoco sé que es lo que busco cuando me detengo a respirar en este espacio. Simplemente que a veces, me da por estar en ningún lado justo cuando todo el mundo puede verme.

Debería tal vez no soñar tanto, amarrar la imaginación que me sostiene y aterrizarme de una vez por todas en el cruel mundo que cada día nos despierta, entender que la vida es ese trayecto absurdo de sinsabores que ocurren durante 24 horas. Pero para mi al menos la vida es mas que eso, en mi mundo suelo acomodarle remiendos al tiempo para poder existir al menos dos veces en medio del caos que a veces dirige en mi día y en mi mente.