3 de octubre de 2011

Desierto


Sobre la arena lejana del tiempo y de la aurora se interrumpen los murmullos de la ausencia inerte del silencio. me detengo en la costra pretérita débilmente iluminada por la luz del océano interno de tus ojos.

En el calor de las cosas que se han cubierto de recuerdos, tiendo lentamente a despertar la razón absurda del olvido, a encontrar mensajes inteligentes en las cosas que alguna vez fueron.

No llueve, aun en el verano de la costa, que poco a poco desaparece de la vista, cubierta por la bruma del olvido y del encierro.

Desierto.

Completamente.

En el atardecer marciano que me envuelve, todo parece lejano: las voces, el sabor, los olores, las mañanas felices, la música, el aire de tu voz, tus manos frías incluso tus besos.

Entre el claro azul de la memoria y el cálido amarillo de lo incierto resurgen los daguerrotipos aferrados a mis huesos. En el brillante reflejo de un diamante sostengo el sutil futuro de un pueblo que ya ha muerto. El transcurso de los días de mi vida junto a ti, son eternos, aun cuando fueron efímeros, toda mi vida junto a ti no muere y permanece siempre atada a mis dedos.

Tantos años, tanto tiempo, tantas y tantas cosas que fluyen de mi mente evocando tu presencia, tu piel sobre mi cuerpo y los días hechos noches en la avaricia de la juventud, en el desasosiego de las sueños plantados en el cielo, en las guerras de los vivos y los muertos.

Siempre tu, en los cimientos de mis anhelos. Lejos, hoy tan lejos. Se desatan cada noche todas tus palabras y todos tus silencios. Tanto, tanto tiempo. No estas entre mis manos eres simplemente un recuerdo de otra vida, de otro tiempo.

Desierto.

Ausente.

Casi muerto.

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