5 de junio de 2010

Krasnodar



Despertar en Krasnodar no es cualquier cosa. La luz se cuela por completo hace un rato que la noche ha dejado de cubrir el cielo y las luces de la ciudad se han apagado. Krasnodar, tan lejos de todo el mundo.

Me levanto, observo como comienza el transitar en la Krasnaya Ulitsa, mi mirada recorre hasta donde puede, es inevitable no pensar en la Unión Soviética al mirar esos bloques cuadrados de concreto que se amontonan en la calle, es imposible no decir que estamos en Rusia al ver esos cúpulas que parece conos de helados en los templos ortodoxos.

Aun es temprano para los asunto del trabajo, pero la sensación de estar en la civilización me reconforta, sobre todo después de viajar tanto tiempo en automóvil y solo ver llanuras en todos los tonos de verdes extendiéndose en el horizonte solo para ir de una ciudad a otra, todas girando alrededor de Krasnodar, bendito Krasnodar. El ajetreo de la ciudad me anima, me recuerda que no hay lugar en el mundo donde la globalización no haya llegado, para estoy aquí, para quedarme sin necesitad de estar aquí.

De nada sirve encender el televisor, el ruso se me da tanto como la zarzuela o el tango, esos símbolos que parece letras occidentales me confunden y me marean, al inicio era divertido tratar de leerlas en español, pero al final todo se convierte en un sin sentido que termino aturdido, mi pequeño cerebro no esta hecho para la lingüística mucho menos para las artes.

Краснодар, recuerdo bien todas esas letras, sabia que Europa Occidental no era un buen mercado, pero lejos estaba de Europa. Era pues Krasnodar en Rusia, un punto en medio de ninguna parte y sin embargo para ser así, esta ciudad esta llena de esa vitalidad que el capitalismo ha sabido inyectarle en tan solo quince años. Curioso es ver como la cuadratura de las edificaciones soviéticas de a poco han logrado amoldarse a las graciosas figuras de las franquicias y cadenas extranjeras, solo faltamos nosotros, por eso estoy aquí, para vender verdades a medias en una ciudad que esta hambrienta por conectarse al mundo.

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