24 de junio de 2010

El aleph


La humedad en el aire hacia el calor insoportable, la piel se volvía acuosa, se escurría lentamente, gota a gota, hasta llegar a la deshidratación.

Se abrió camino por en medio de la selva en la que se había convertido el antiguo corredor que alguna vez vio el mar en cada amanecer, pero ahora el único rastro de mar es la húmeda brisa del mar que hacia que la siesta vespertina se volviera extrañamente húmeda y resbalosa. Nada ni nadie se resistía ante el sopor de las dos de la tarde, todo ser viviente se ocultaba debajo del aire sintético de los recién inventados ventiladores eléctricos.

El polvo cubría lentamente el pueblo que alguna vez tuvo una cementerio a la orilla del mar, el camino indeleble del paso del tiempo era visible hasta en sus habitantes, cada vez mas viejos pero al mismo tiempo cada vez mas inmersos en esa aureola de eternidad absurda de la vejez.

Se detuvo frente a la antigua entrada de la casa, incluso pudo observar los últimos rastros de arena que se quedaron estancados cuando el gobierno decidió dragar la costa y construir un paraíso turístico lejos de los territorios ejidales que tantas veces evitaron la creación de un puerto en su comunidad.

Entonces en la esquina de su ojo derecho lo encontró, ahí estaba palpitante justo sobre la raíz de la Ceiba, dirigió su mirada y desapareció. Y sin embargo finalmente sabía que la locura de su abuela no era un invento borgiano, ni aun cuando todo lo que le rodeaba le recordaba tanto a Macondo.

Decidió entonces levantar de nuevo la antigua casa. En vano durante los meses de la reconstrucción lo busco por todas partes, en cada esquina, en cada habitación, en cada grano de arena que se encontraba fuera de lugar, simplemente parecía ser solo un sueño, pero estaba seguro de algo, que lo que tanto buscaba era real, que esta vez su búsqueda aunque fuera eterna tendría frutos porque tenia completa seguridad de que todo lo perdido era causa de esa pequeña parte que reúne a todo el infinito y que solo encontrándolo de nuevo al entrar en el descubriría el inicio que viene después del armagedón al cual había sido condenado a vivir.

Años mas tarde cuando su piel se volvió cetrina, cuando sus ojos se cansaron de buscar algo que nunca había perdido, recordó el mar, recordó a su abuela friendo los pescados que solitos caían en las cestas que recogía cada mañana en la época en la que ser niño era solo eso y nada mas difícil de hacer.

Una noche después del carnaval, entro borracho, con olor a burdel, con el cabello blanco, con la mitad de la dentadura, con la piel hecha uva pasa, cerro con llave la puerta, entonces se dio cuenta de esa extraña luminosidad que había en la estancia, miro lentamente y lo encontró de nuevo, esta vez el Aleph no se movió, permaneció quieto, acercó su mano y sintió el calor de todo el tiempo presente en un mismo espacio.

Entonces tomo las gafas y miro dentro de el, pudo ver todos los puntos del universo, consiguió recorrer en un segundo el big bang de su propia existencia, su soledad auto infligida, se descubrió a si mismo encerrado en una burbuja de miedos estúpidos y entonces entendió porque su abuela había perdido la razón, rápidamente pudo entender los garabatos que un gitano llamado Melquíades escribió y que alguna vez alguien le dio a leer en la plantación de bananos. Cuando su mente estuvo a punto de estallar logró finalmente vislumbrar el fin de todos los tiempos pero al mismo tiempo encontró la oportunidad de volver a comenzar de nuevo y dejo que el Aleph lo arrastrara adentro de el. La luz se volvió mas intensa, un temblor de tierra invisible comenzó a destruir todo lo que se encontraba alrededor y el olor del mar se desato, mientras una explosión de luz carcomía el espacio y el tiempo. Se detuvo entonces y con la fuerza de un agujero negro absorbió toda la realidad que le rodeaba e incluso a el mismo, en un solo segundo todo desapareció y se convirtió en nada.

Abrió los ojos con olor a sal en labios, su abuela lo llamaba por su nombre, mientras el sonido del pescado frito en la sartén lo hacían darse cuenta de donde estaba. Finalmente lo entendió así que decidió que desde ahora y para siempre, no habría mas búsquedas eternas, no habría mas cuestionamientos, ni mas miedos, ni mas dudas, porque el universo le había regalado un Aleph donde había encontrado la forma de darse una segunda oportunidad.

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