13 de diciembre de 2009

Los últimos tonos hepáticos del sol hacían ver la silueta del arma

La furia del océano no amainaba del todo.

Otro silencio que mas da. Se trago de golpe todas las cosas no dichas, no hechas.

Había parado la lluvia y el sol deslumbrante alejaba de su mente las sombras. Su afán por alejar el pasado de su cabeza había cesado, ahora todo es nada cuando te encuentras frente a un monstruo de agua que te grita, que te amenaza, donde sabes que facilmente puedes morir. Y a el le grito todo aquello que costaba tanto trabajo decirle al mundo, tantas cosas que su pasividad y ese miedo a todo la habían recluido en una soledad cubierta de indignación y rabia. Pero le había dicho que si y trataría de un modo u otro de ser feliz.

Comenzó la tarde a caer, tendría pronto que regresar al pueblo, pero la paz que habría encontrado la hacia permanecer acurrucada junto a las rocas, abrazada a sus piernas, mientras observaba como el bravo mar intentaba alcanzarla.

El ruido de una camioneta ingresando en el muelle interrumpió su soledad, un hombre camino a toda prisa hasta el borde, lo reconoció enseguida, sabia quien era, no necesitaba saber mas, sabia lo que había sucedido, mientras los últimos tonos hepáticos del sol hacían ver la silueta del arma hundirse en el océano.

La noche se cubrió de estrellas mientras ella caminaba regreso al pueblo, donde sabia que habría un muerto mas pero esta vez encontraría el modo de explicar la verdad. Una sonrisa turbia se poso en su cara mientras con paso seguro atravesaba las huertas de cocos donde esperaría que las cosas cayeran en su respectivo lugar, pero esta vez ella, decidiría todo.

1 comentario:

  1. Cada vez escribes más destacado, más diferente; mejor.


    Tisa tilu tidos tico tile tiga.

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